miércoles, 22 de marzo de 2017

Madrelescencia: la etapa materna pocas veces contada

Por Avelina Jiménez Lozano

La adolescencia es una etapa de transformaciones. Su llegada trae cambios físicos y emocionales causados por los niveles hormonales que provocan en la persona una verdadera revolución. El dar a luz a un hijo es una de los momentos más significativos para cualquier mujer; sin quitarle el encanto que este momento tiene, en los meses después a este acontecimiento se desencadenarán un terremoto de sentimientos y emociones que hacen que, la recién inaugurada mamá, experimente los mismos síntomas que años atrás presentó en su pubertad.

La madrelescencia, es el nombre que le he dado a la etapa inmediata posterior al momento del alumbramiento. El término no existe en la RAE (diccionario de la Real Academia Española) ni en algún sitio de internet, tal y como lo afirma Google cuando le indico que realice la búsqueda. Es una palabra compuesta que se me ocurrió a raíz de lo que he vivido los meses siguientes a dar a luz.  

La depresión post parto o baby blues (leve depresión post parto), son alteraciones de salud que muchas mujeres enfrentan después del nacimiento de su hijo. Sus síntomas son más enfocados a la cuestión emocional y van del llanto y la desesperanza, hasta ideas delirantes y ansiedad. La madrelescencia, no sólo incluye aspectos emocionales, sino físicos, conductuales y sociales.

Algunas características comunes entre la adolescencia y la  madrelescencia se describen a continuación.

Inestabilidad emocional. La adolescencia es un sube y baja de emociones. Al momento del nacimiento del bebé, un sinfín de sensaciones inunda nuestro ser, todas intentando salir al mismo tiempo. Tristeza, enojo, desesperación, miedo, un combo de emociones causadas por las alteraciones hormonales y la falta de sueño que origina desconocimiento y confusión. Tal como un adolescente, la mujer que ha dado a luz difícilmente identifica lo que siente, simplemente lo vive, sin llamarle al sentimiento por su nombre, mientas todos alrededor son testigos de sus cambios de humor en el día.

Comparación constante. ¿Qué adolescente no se compara con otros? En esa etapa la competencia y el reconocimiento entre pares son situaciones muy anheladas. Durante la madrelescencia, ser la mejor mamá es lo que cuenta y las redes sociales facilitan conocer lo que hacen las demás y compararnos con ellas. Los comentarios de terceros en cuanto a lo que realizan otras personas en la misma situación provocan confusión y descontento.

Pánico escénico. Miedo a estar en público. Un adolescente adora sus espacios y  no sale de ellos…una nueva mamá también. El ir a un espacio abierto, con personas desconocidas pone a sudar a cualquier madre que, ante cualquier reacción del bebé, puede ser juzgada ante la conducta de su hijo. La poca empatía de algunas personas fomenta ese miedo y su simple mirada de crítica ante el llanto del bebé ¡se torna peor que estar en un escenario siendo observada por el público y con la mente en blanco sin recordar la siguiente línea!

Cambios físicos. ¡Ese cuerpo no es mío!. La adolescencia es la etapa de los cambios físicos, no todos los aceptan, pero su avance es inminente y no hay marcha atrás. Recuerdo que, después de tener a mis hijos mellizos, conscientemente no quería ver mi vientre en el espejo, era una especie de protección emocional ante tantos cambios físicos que tenía. Va más allá de vanidad, es simplemente empezar a convivir con un cuerpo diferente y ¿cómo no va a ser distinto si acaba de participar en la co-creación de una nueva vida?

Exageración constante. “A todos les dan permiso menos a mí”, “El escurrimiento nasal es la peor enfermedad”; distintos escenarios misma actitud: extremar. Cualquier sonido raro en su respiración, roncha o rasguño en su piel provoca en la madre que se encuentra en esta etapa una ansiedad ante el más terrible diagnóstico de salud.  Una fiesta infantil o una reunión donde van niños se convierte en la amenaza más latente de los más horribles virus que puedan contagiar al pequeño bebé.

Moda. ¿Qué es lo que se usa  hoy en día? La mujer que se ubica en esta etapa sabe todo acerca de las nuevas formas de educar a sus hijos, cómo alimentarlos mejor y hasta el lugar por excelencia para realizarle la fiesta a su hijo en su primer aniversario. Todo lo que sea distinto a esto es cuestionable. Así como hay adolescentes que siguen las modas, hay otros que son rebeldes; las mamás rebeldes no se dejan influenciar por el medio y permanecen firmes a sus propias creencias, a pesar de que la mayoría estén practicando esas nuevas ideas.

Estas son sólo algunas características de la madrelescencia y cabe mencionar que dichos síntomas se vuelven a vivir con el nacimiento de un nuevo hijo una y otra vez, pero su intensidad es cada vez menor, sin embargo, así como muchas personas vivieron su adolescencia de manera tranquila, muchas mujeres pasan esta etapa sin la menor complicación.

La resiliencia personal, la ayuda de la pareja y la de la familia serán indispensable para que la mujer salga avante y fortalecida. La paciencia de los amigos en este momento de recogimiento social fortalecerá sus lazos de amistad aún y cuando los encuentros físicos no sean tan constantes como antes de esta etapa.

Y así, sin tener especificada una fecha, la madrelescencia al igual que la adolescencia llega a su fin. La adaptación ante los cambios se desarrolla y esta nueva etapa se interioriza y se engendra hasta el fondo de su ser. El miedo disminuye, aunque nunca se va, y un pensamiento persistente invade con orgullo y total felicidad a la nueva mujer: “ya soy mamá”.

La diferencia substancial entre la adolescencia y la madrelescencia es que su atención está depositada en una sola persona que no es ella misma, sino el bebé que acaba de nacer. Mientras en el adolescente todo gira en sí mismo, para la mamá primeriza no hay nada más importante que su pequeño hijo. Verlo, abrazarlo, besarlo y un sinfín de verbos más se convertirán en las actividades favoritas de toda su vida.



 (*) Avelina Jiménez Lozano, es Psicóloga con Maestría en Educación por la Universidad de Monterrey. Experta en temas de familia y pareja. Cuenta con la certificación para ser facilitadora de la herramienta pre-matrimonial FOCCUS. Ha participado en programas de desarrollo humano e inteligencia emocional en México y España. Actualmente es docente de asignatura en la carrera de Licenciado en Psicopedagogía, titular del curso Formación en el Amor y coordinadora de formación en la Universidad de Monterrey.
Contáctala en jimlav15@hotmail.com

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