sábado, 11 de agosto de 2018

Bullying, ¿Realidad o fantasía?


Por Avelina Jiménez Lozano

Uno de esos días, en mi trayecto al trabajo, iba escuchando la radio y al cambiar de estación escuché una canción infantil que me remontó a mi niñez. Para mi sorpresa aún recordaba el coro: “Tomás, uuuuuuh… Tomás, ¡qué feo estás!”. Aunque hay varias versiones de esta canción, una cantada por Mayté Gaos y otra por al payaso Cepillín, es en esta última donde Tomás describe en primera persona la situación de bullying que vivía a través de un canto divertido y con buen ritmo, cuestionándose la razón por la cual los niños lo miraban tan mal.

Bullying es una palabra inglesa que significa intimidación, cualquier conducta agresiva, mal intencionada y repetitiva sin una razón definida que acose a otra persona. Existe bullying físico, psicológico, cibernético, verbal. Recuerdo que lo peor que te podía pasar cuando eras niño era que te aplicaran la ley del hielo y que fueras el último en ser elegido al formar equipos. Eso en la actualidad se conocería como bullying de exclusión social.

Dan Olweus, psicólogo de la Universidad de Bergen, eligió en 1993 la palabra bullying por su parecido a la palabra mobbing, la cual describe el momento en el que un grupo de animales de la misma especie asecha a otro; este fenómeno natural resulta del choque de dos instintos: el de pertenecer a un grupo altamente cohesivo y al mismo tiempo destruir un blanco.

La anterior definición pareciera salir de una película de terror, pero lamentablemente es toda una realidad. Constantemente hay niños que se ríen de los demás porque son diferentes de la mayoría: altos o bajos, obesos o delgados, morenos o rubios; ser distinto siempre será el primer detonante de una burla. Pero entonces, si ha existido siempre, ¿cómo es que actualmente en las escuelas el bullying es foco de alerta para maestros, padres de familia, autoridades y sociedad en general?

Según un estudio del Instituto Politécnico Nacional, en México la tercera causa de muerte en personas de educación básica es el suicidio, dato tremendamente alarmante si se considera que el 60% de los niños de 10 a 13 años ha sufrido bullying.

Algunos consideran que la causa de este fenómeno es meramente académica y que el rigor dentro del aula se ha vuelto nulo. Sin embargo, los niños a la escuela deben de ir educados; los maestros les proveerán de conocimientos y habilidades para la vida pero la educación viene de casa.

Un niño que es agresivo no inicia esa conducta ofensiva en la escuela, sino que comienza presentando episodios en su casa. La familia es la escuela de las emociones y es ahí en donde uno aprende a controlarlas y disfrutarlas. Es nuestro deber como padres de familia enseñar a nuestros hijos a respetar a los demás, a manejar su mal humor, a aceptar las diferencias y a valorar la dignidad humana. El hogar es la cuna del desarrollo del “ser” de cada uno de sus integrantes y en donde se desarrolla la programación emocional que el niño tendrá a lo largo de su vida.

Si bien es cierto que en el bullying es clara la presencia de un agresor y su víctima, también existe otro integrante silencioso que son los espectadores. Aquél que es testigo de los golpes o que graba el momento de la agresión, refleja una conducta pasiva que puede tener graves consecuencias  psicológicas y sociales, como la sumisión, el miedo y la falta de empatía. Debemos reforzar en nuestros hijos la importancia de denunciar estos casos aun cuando no sean los directamente afectados, para crear un sentido de responsabilidad ante las cosas que suceden a su alrededor y con sus semejantes.

Si a quien le estás haciendo una broma no se ríe, deja de ser una broma. Si hay dolor y sufrimiento en un juego, deja de ser juego. De estas dos aseveraciones parten las sanas relaciones interpersonales. Aunque tiene pocas décadas de ser conocido como tal, el bullying ha estado presente en nuestra sociedad con nombres como acoso, sarcasmo y constante hostigamiento.

Es urgente que nuestros niños encuentren un lugar seguro en casa donde exista la confianza de platicar lo que sucede en la escuela y en familia desarrollen herramientas asertivas para enfrentar las situaciones incómodas y desagradables que se presentan fuera del hogar. La canción que venía escuchando en la radio tiene un final feliz, el personaje se valora a sí mismo y acepta quién es sin importar el rechazo de sus compañeros: “Soy feliz porque soy Tomás”. 

 (*) Avelina Jiménez Lozano, es Psicóloga con Maestría en Educación por la Universidad de Monterrey. Experta en temas de familia y pareja. Cuenta con la certificación para ser facilitadora de la herramienta pre-matrimonial FOCCUS. Ha participado en programas de desarrollo humano e inteligencia emocional en México y España. 


Contáctala en jimlav15@hotmail.com

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