La primera definición
de este vocablo está referida al conjunto al que pertenecen todos los hombres.
Por extensión, se aplica también a un grupo de personas y al género humano en
general.
Hace unos meses en las primeras
horas de la mañana, el hospital de trauma de Médicos sin Fronteras en Kunduz,
Afganistán bombardeado precisa y repetidamente. “Durante el ataque, nuestros
colegas lucharon por sus vidas y por las vidas de sus pacientes con una
extraordinaria determinación y valor” leo en su página de Facebook.
Médicos Sin Fronteras (MSF) una
organización médico-humanitaria internacional que asiste a poblaciones en
situación precaria, y a víctimas de catástrofes y de conflictos armados, sin
discriminación por raza, religión o ideología política; mi corazón se encoge
al imaginar a esos jóvenes que desinteresadamente, por amor a la humanidad,
llevan su vocación de servicio a donde más los necesitan.
El blog “Humans of New York”, publica las
historias de los refugiados sirios. Su
autor, Brandon Stanton, viajo durante diez días por Grecia, Hungría, Croacia y
Austria, para conocer las historias de vida de algunos de ellos y darnos a conocer historias de familias que dejan
todo: vida, casa, trabajo, padres, madres. Jóvenes con educación; pequeños que
en brazos de sus padres viven una experiencia traumática al arriesgar su vida
en embarcaciones de caucho, sin saber lo que el día de mañana les depara, les presento solo algunas.
Muhammad cuenta que "Durante dos
semanas mis lágrimas no paraban. Nada tenía sentido. ¿Por qué suceden estas
cosas a mi familia? Hicimos todo bien. Todo. Somos muy honestos con todos. Tratamos a nuestros
vecinos bien. Un día mis hermanas llamaron y me dijeron que ISIS se acercaba a
nuestra aldea. Me volví completamente loco".
Una mujer que no da su nombre porque tiene
miedo: "Mi marido y yo vendimos todo lo que teníamos para pagar el viaje.
El agua comenzó a entrar en el barco; todo el mundo empezó a gritar. Fuimos los
últimos en salir con vida. Mi marido me tiró por la ventana; en el océano, se
quitó el chaleco salvavidas y se lo dio a una mujer. Nadamos durante el mayor
tiempo posible. Después de varias horas me dijo que estaba demasiado cansado
para nadar y que él iba a flotar sobre su espalda para descansar. Estaba tan
oscuro que no podíamos ver, lo escuche llamarme pero, Las olas eran altas.
Eventualmente un barco me encontró. Nunca encontraron a mi marido”.
“Espero que hayas aprendido, junto conmigo, que cada refugiado tiene una
historia trágica a menudo llena de
violencia y miedo”. Escribe Brandon, y añade: “muchos de ustedes han preguntado
sobre la mejor manera de ayudar. Hay un montón de ONG’s maravillosas que
trabajan para ayudar a los refugiados” y procede a detallar como podemos
hacerlo.
En otro Blog leo, con un nudo en la garganta, las historias
de las personas que reciben a los refugiados en Ámsterdam, Grecia, Croacia.
“Estamos aquí cada noche para
recibir a los refugiados que llegan en tren. Les damos comida, ropa y un lugar para dormir.
Este es su destino final por lo que puede ser muy emocional para ellos”. Dice el
padre de una familia en Ámsterdam.
“¿Qué es lo más importante que tu
padre te enseñó?” '' Que a pesar de que
aún somos jóvenes somos capaces de hacer la diferencia y ayudar a otras
personas que lo necesitan. '' Joaquín y sus hijos Kyra y Toby son voluntarios
que acogen a los refugiados que llegan a la estación central. Ellos les ofrecen
alimentos o ropa y luego guiarlos a su próximo destino.
'' La mayoría de los refugiados
aquí no poseen un abrigo de invierno. La idea de que la gente sufre por las
condiciones del tiempo me mantuvo despierta por la noche. No podía dejar de
pensar en este grupo de refugiados de
Eritrea que no tenían abrigos de invierno. Me preocupaba por todos los
otros miles de personas y niños. Ninguno de ellos están preparados para el frío
extremo de Holanda”, cuenta Judith a la que llaman “la loca de los abrigos”.
Este testimonio anónimo me
conmueve profundamente: "Yo trabajaba como ingeniero civil en Nepal. Un día
me di cuenta de que mis habilidades podrían tener un mejor uso. Ahora estoy
trabajando en la construcción de los campamentos de refugiados. Las
prioridades: la vivienda, la salud, los alimentos, el agua y el acceso inodoro.
Lo que sigue es respetar la dignidad de los refugiados.”
En su testimonio Muhammad,
comenta también: “Cuando llegó la noche, un hombre nos llevó en su carro a su
casa y nos dejaron pasar allí por una semana. Él nos compró ropa nueva, nos
alimentó cada noche. Él me dijo: 'No te avergüences. También he vivido una
guerra. Ahora son mi familia y esta es su casa también”
Gracias a las redes sociales, a
las personas que hacen posible esas publicaciones, es que podemos acercarnos como humanidad para borrar
fronteras -ésas que se empeñan en imponernos- y dejar lugar a la caridad y el
amor.
La definición de humanidad también señala todos aquellos
rasgos que son moralmente positivos, como la benevolencia, el altruismo, la
condescendencia. Así, se puede inferir
que la humanidad tiene que ver con la integridad de uno mismo y con reconocerse
honestamente como un ser perfectible.
Así que hago mi donativo tanto a Médicos sin Fronteras como
a las ONGs para los refugiados. Mi donativo quizá no sea mucho pero para alguno
de ellos puede ser la diferencia entre tener o no comida y donde dormir ese
día. Pero en mi humanidad me quedo con unas ganas inmensas
de dejar todo, atravesar el mundo e ir a ayudar.
(*) Alida Madero, es Ingeniero en Industrias alimenticias egresada de la Universidad de Monterrey (UDEM). Tiene diplomados en Logoterapia y Desarrollo Humano. Actualmente coordina el programa Foccus Prematrimonial en la Arquidiócesis de Monterrey, el cual trabaja con las parejas que están comprometidas para contraer matrimonio. Contáctame en foccusmonterrey@gmail.com
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