Monterrey, México. Dice un refrán popular que “vale más un vecino cercano, que un pariente lejano”. La sabiduría popular resume en unas cuantas palabras la importancia de mantener una relación cordial, amistosa, incluso familiar con aquellos que viven cerca, ya que en caso de emergencia a los primeros que recurriremos será a ellos.
Tocar la puerta del vecino para pedir ayuda no puede darse sin una relación previa. Agitar la mano en señal de saludo es uno de los signos más sencillos de cordialidad y buena vecindad. En un principio, pudiera ser más por conveniencia que por convicción.
La relación con los vecinos inicia desde antes de cambiarnos a vivir a su lado. Si vamos a convivir por un periodo tiempo en esa colonia es necesario mostrar el respeto a su propiedad, no invadiéndola; a su construcción, evitando fracturarla; a su espacio, sin bloquear sus entradas y salidas o colocando basura en su banqueta. Estas señales acortarán las distancias dando pie a una sana relación.
La convivencia, con moderación y prudencia, logrará que se abran espacios de diálogo y conocimiento mutuo. No podemos llegar a visitar y pretender que nuestra presencia sea siempre oportuna. El cansancio o alguna situación familiar particular, pueden hacer que no seamos recibidos en ese momento. Conviene no tomarlo a título personal; el mundo no gira a nuestro alrededor.
Hay que tener iniciativa para ser un buen vecino y no esperar a que los demás lo sean para actuar en consecuencia. Hacerle llegar al vecino una charola de galletas, una tarjeta o hacer una llamada en algún momento de infortunio, resaltarán nuestra presencia solidaria. Fedro, filósofo de la Grecia antigua (370 a.C.) decía que "al amigo seguro se lo conoce en la ocasión insegura". Un pequeño detalle de parte nuestra dirá más de nosotros que mil palabras.
El bien común se fortalece con las juntas de vecinos. Asociaciones sin fines de lucro que contribuyen a tener una mejor calidad de vida entre los colonos. En el trabajo de unos cuantos se concentra el esfuerzo y la lucha por el bienestar de esa parte de la población. Por eso, el apoyo solidario del resto de los vecinos es necesario. Suele suceder que quien más exige es quien menos colabora.
Igual que a los familiares, a los vecinos no se les escoge. Lo que sí se puede y debe decidir, es el tipo de relación que se quiere tener con ellos. La buena vecindad es una escuela de virtudes, en las que, se practican además: la tolerancia, la comprensión, la generosidad y la afectividad. Todas ellas aseguran que la relación amistosa que crecerá con los años.
Con una convivencia más frecuente y cercana, sumaremos experiencias en común: compartiendo penas y alegrías. Nuestros vínculos serán cada vez más fuertes y crecerán junto con nuestras familias. Una buena relación con los vecinos abre las puertas a la armonía y cierra las puertas de la soledad y el aislamiento. El tiempo, las circunstancias y el deseo de hacerlo, harán que lleguemos a ser buenos amigos de nuestros vecinos.
(*) Martha Salim Naime. Es Administrador de Empresas con Maestría en Ciencias del Matrimonio y la Familia y diplomado en Tanatología por el Instituto Superior de Estudios para la Familia (Juan Pablo II).Experta en temas de familia y pareja. Cuenta con la certificación para ser facilitadora de la herramienta pre-matrimonial FOCCUS. Actualmente se desempeña como Gestor de redes sociales.
Publicado originalmente el 7 de enero de 2015 en
Contáctala en cosa.defamilia.nl@gmail.com
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