La pobreza no es natural, es
creada por el hombre
y puede superarse y erradicarse
mediante acciones
de los seres humanos.
Y erradicar la pobreza no es un
acto de caridad,
es un acto de justicia.
Nelson Mandela
Durante el sexenio
del expresidente Fox se creó el Programa Paisano con la finalidad de proteger
los derechos de nuestros connacionales en el extranjero y brindarles facilidades
y apoyo cada vez que regresan a México. Se les llama paisanos a los mexicanos que han emigrado en busca de oportunidades
de trabajo mejor remuneradas que les permitan dar a sus familias un bienestar y
condiciones de vida que no podrían ofrecerles de continuar con su trabajo en
sus comunidades de origen.
México sobresale
entre los países con mayor número de emigrantes. Según cifras del Banco de
México, en el 2010 nuestro país ocupó el primer lugar, con 11.9 millones superando
a la India y a Rusia. El aumento del flujo migratorio ha traído como
consecuencia un incremento en el flujo de las remesas –la suma de dinero que
los connacionales ganan o adquieren y que transfieren a sus países de origen–.
Este ingreso representó, en el 2016 la principal fuentes de recursos, debido a
la caída del precio del petróleo y la devaluación del peso frente al dólar.
Las historias de los paisanos comenzaron a escribirse con el
programa de los “braceros” mexicanos
entre 1942 y 1964. Años después y a raíz de la apertura de las fronteras
con el Tratado de Libre Comercio— cuando se eliminaron los aranceles a ciertos productos
importados de Estados Unidos y Canadá, como el maíz—se vieron afectados los
pequeños productores nacionales, y ante la imposibilidad de poder ofrecer un precio
competitivo, millones de mexicanos abandonaron sus labores en el campo para
emigrar hacia el país del norte.
Con su partida, los paisanos dejan atrás sus ideales y esperanzas
de progresar en su propio territorio; sus años de esfuerzo, a sus amigos y a
sus familias. Al despedirse, tanto los que se van como los que se quedan, abren
en sus vidas un gran paréntesis con puntos suspensivos, porque ignoran cuándo o
cómo lo cerrarán; si logran hacerlo algún día.
Las historias de los que se van parecen más prometedoras; parten
con ilusión y entusiasmo en busca del sueño
americano: encontrar un buen trabajo, ganar dinero, ahorrar mucho y
regresar a los suyos para ofrecerles una vida mejor. ¿Cuántos de ellos lo consiguen?
No han de ser muchos, porque son más los que se van y se quedan allá, que los
que regresan para quedarse.
¿Qué dejan atrás los
que se van?
Los paisanos dejan en la vida de sus padres,
hijos, hermanos o pareja una carga emocional importante, ya que el impacto en
las familias y en sus comunidades es complejo. Las mujeres que quedan solas
tienen que modificar sus roles, realizan trabajos y toman decisiones que antes les
correspondían a los esposos. Los niños se deprimen porque pasan mucho tiempo, a
veces años, sin ver a su padre; los hijos varones asumen, a veces a muy
temprana edad, el rol del hombre de la casa y esperan que pronto les llegue su
turno de partir.
Viven situaciones de
duelo porque han perdido la familia que tenían y no solo ignoran si algún día regresarán
a vivir unidos; lo peor es que ignoran cuándo podrán volver a verse. Los que se
quedan viven una situación de abandono que les produce angustia, ansiedad y
tristeza profunda, que deriva en depresión en muchos casos. Además del estrés
que les produce pensar en las condiciones que se encuentra su familiar ausente.
En este esquema de
globalización hemos alcanzado también una globalización de la indiferencia. Nos
hemos acostumbrado a que miles de mexicanos crucen la frontera, legal o
ilegalmente, para ir en busca de una mejor calidad de vida. Sabemos que
transitan en caravana por las carreteras con sus “trocas” cargadas de regalos:
lavadoras, bicicletas, televisores; pero ignoramos sus historias, sus luchas y
sus sueños. Desconocemos sus renuncias, sus anhelos y su dolor.
¿Cuál será el futuro
de nuestro país si la célula vital, que es la familia, se está enfermando de desintegración?
El sueño americano
amenaza en convertirse en pesadilla ante la perspectiva de la política
migratoria que ha planteado Donald Trump
desde su campaña. La inseguridad, inestabilidad e incertidumbre ante un futuro en
el que ven amenazada su estabilidad vuelve a ser presa de los paisanos.
¿Cumplirá Trump sus promesas? Está México listo y
preparado para afrontar esa situación?, ¿lo estamos los mexicanos? La
deportación masiva podría ser para México ¿una bendición o una maldición?
(*) La autora es Consultor familiar y cuenta con estudios de Tanatología y Maestría en ciencias del Matrimonio y la familia.
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