De las nubes más
negras, cae agua limpia y fecunda.
Proverbio chino
Las escenas que hemos
visto del paso de Harvey por la zona de Houston son estrujantes. Si, apachurran el corazón y nos
hacen sentir pena, dolor y compasión por lo que ha sucedido. Personas que caminan con el agua
hasta la cintura, flotan en una balsa o esperan ayuda en los techos de sus
casas. Pero el corazón se desapachurra
un poco cuando las mismas imágenes muestran que esas personas estan siendo ayudadas
por otras que no están en mejores condiciones.
El
subsuelo pantanoso de Houston propicia que no haya un drenaje adecuado. Desde su fundación, por la década de
los años 30’s en el siglo XIX, la
historia de inundaciones forma una larga cadena. Sumándose a ésta lista, de huracanes
están Andrew 1992, Allison en 2001, Katrina 2005, Ike en 2008 y ahora Harvey, según datos del Centro Nacional de Huracanes (NHC) basado
en Miami, Florida.
Houston
es una de las ciudades más grandes de los Estados Unidos y es reconocida como
la capital de la industria petrolera. Es sede de la NASA, empresa de investigación
aeronáutica y espacial que llevó un
hombre a la luna, o al menos eso hemos creído. Cuenta con un centro médico que contiene la
mayor concentración de instituciones sanitarias y de investigación a nivel
mundial. ¿Qué todo eso no merece un poco de respeto?
Harvey,
se originó en la costa occidental de África y desde el 13 de agosto, el mencionado NHC, comenzó a supervisarlo. A los pocos días
y luego de que un avión de cazahuracanes
sobrevolara la perturbación tropical, se actualizó su estatus y entonces,
adquirió un nombre propio.
En
sentido metafórico, Harvey es un inmigrante, que entró de manera legal a un país
con un cuidadoso y ordenado sistema de control fronterizo y destruyó una ciudad
icónica, mató gente, alteró el eco-sistema de incontables especies, dejó a una incontable cantidad de personas en el desamparo y causó
daños materiales cuantiosos, ¡cuantiosísimos!
¿De
qué se trata todo esto? La pregunta es para mí. Los acontecimientos son
lecciones invaluables en la universidad de la vida y no quiero dejar de hacer
la tarea.
Se
me ocurren algunas ideas. Podría ser alguna de ellas o ninguna; o quizá todas a
la vez: una cábala dogmática o simbiótica, un maleficio producto de la
hechicería, el dedo de dios, la furia de dios, un castigo de la naturaleza, un conjuro,
producto de los celos o la envidia de alguien. A final de cuentas, ninguna de
estas ideas me hacen sentido ni responde mis preguntas y sigo reflexionando.
De
la sabiduría popular proviene un refrán que dice algo así: “Dios perdona
siempre, el hombre, a veces y la naturaleza, nunca”. De poder entablar un diálogo con la naturaleza
le preguntaría: ¿Por qué tan enojada, chica? ¿Quién te ha hecho enojar de tal
manera para que reacciones así? Ella diría: “es que así soy yo”.
La
naturaleza tiene unas leyes a las que sigue tal y como es ella: original,
espontánea, y creativa. A esa misma naturaleza, creada, pertenece el ser
humano, el ser persona. Quien cuenta con hondas raíces que lo mantienen con los
pies firmes en la tierra y alas que se extienden para proteger, cubrir,
abrazar.
La
ayuda, las provisiones, los traslados y reparaciones que se aprecian en el área de
Houston, es gracias a que otras personas
responden al llamado de su propia naturaleza: a ser más y mejor para los demás.
Hago
un close-up a algunas fotografías y
no alcanzo a distinguir el color de la piel o los rasgos étnicos; lucen, sino
iguales, al menos semejantes: empapados, despeinados y asustados.
Los
súper héroes flotan en el agua, sacados
por la vertiginosa corriente, del cuarto de algún niño. Mientras que personas, documentadas e
indocumentadas, —todas sin documentos—,
se dan a la tarea de ayudar en lo que se les presente, como pueden y con lo que
tienen a la mano. Personas que ponen en riesgo su vida por salvar otra, otras,
muchas.
La
elocuencia de las escenas estruja, desgarra, conmueve. Los rostros de dolor, de
incertidumbre, de desconsuelo, dicen mucho sin pronunciar palabra. Sin embargo,
esto no frena a las aves de rapiña, a los seres desalmados que, pretenden
ignorar que viven la misma realidad que todos, y aprovechan para hacer
fechorías. Son el otro rostro de la
naturaleza humana.
Harvey,
con su avasallante entrada al país, de las minorías, nos ha mostrado una sola
mayoría: la persona. Sin distinguir raza, credo o género, entró a sus casas y
les empapó todo. Sin tomar en cuenta edad, grado académico o nivel económico,
despojó a unos y a otros. Sembró temor, ha hecho que los tres reinos de la
creación interactúen de manera inusual y poco convencional.
El
inmortal huracán ha hecho resaltar la fragilidad material de las grandes
construcciones lo mismo que la grandeza de las virtudes humanas. Ha destacado
al ser humano como el único ser creado con capacidad de reinventarse, de
comenzar una nueva historia, de saber que la esperanza renacerá después de la
tormenta.
El
paso de Harvey por el país vecino por sus fuertes contrastes no puede, ni debe,
pasar desapercibido. ¿No crees?
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