Por Avelina Jiménez Lozano
“Cuando estoy ansiosa, como; cuando estoy triste, como; cuando me enojo, como; cuando estoy contenta, como”.
Anónimo
Monterrey, México. Entre mis amigas, hablar de dietas, los kilos que han rebajado o subido y el silencio al interrumpir la conversación para ordenar comida a domicilio hacen una catarsis pura, donde cada una compartimos teléfonos de doctores, remedios caseros y demás menjurjes para tener nuevamente el cuerpo que teníamos hace quince años.
La sana alimentación es hoy una preocupación a nivel mundial. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha mostrado su interés por evitar la obesidad de niños y adultos. Anteriormente, el control de peso era un tema exclusivo para nutriólogos, sin embargo, cada vez es más común que sean ellos quienes inviten al paciente a llevar al mismo tiempo asesoría psicológica y terapéutica, que ayude a detectar la causa emocional de la ingesta de alimentos sin medida.
En una entrevista realizada a la doctora Sarith Ileana Jalil Pérez, psiquiatra y especialista en el trabajo multidisciplinario de obesidad, me explicó que las personas con obesidad saben qué alimentos deben de comer y cuáles evitar. Sin embargo, no saben cómo hacer cambios en su comportamiento alimentario ni como mantenerlos en el tiempo, cómo luchar permanentemente contra las sensaciones de hambre o contra las tentaciones que se presentan en el día a día.
Es cuestión cultural e incluso familiar, relacionar la comida con la felicidad. Y cómo no hacerlo si comer lleva al organismo a un estado de placer. Lo interesante se torna cuando el organismo busca la comida como sustito o prolongación de una emoción. ¿Pero cómo saber si uno come por hambre o por emoción? Es necesario analizar lo que para mí significa comer: mi anestesia emocional, mi fiel compañera o mi premio del día, lo significativo es dar a la comida su real significado. La doctora Jalil menciona, “lo importante es comenzar a ver la comida como lo que es, comida”.
La problemática de comer sin medida se afronta mejor en equipo, de ahí la importancia de que la familia esté al pendiente de la situación y entre todos ayudar, sin presionar, al miembro que más esté batallando. Los famosos atracones (ingerir alimentos de manera desordenada), pueden ser una señal de trastorno alimentario que se presenta principalmente dentro del hogar y que requiere de atención especializada para controlarla.
Dejar de comer y decir “ya no, gracias”, son sólo algunas estrategias personales de afrontamiento que ayudan a marcar límites entre la comida y quien la come. Dejar de esperar el año nuevo y los lunes para iniciar un plan alimentario saludable serían los dos principales obstáculos de tiempo a vencer. No se trata sólo de quitar kilos, la meta es aún mayor: cambiar mi estilo de vida y conservarlo a muy largo plazo.
(*) Avelina Jiménez Lozano, es Psicóloga con Maestría en Educación por la Universidad de Monterrey. Experta en temas de familia y pareja. Cuenta con la certificación para ser facilitadora de la herramienta pre-matrimonial FOCCUS. Ha participado en programas de desarrollo humano e inteligencia emocional en México y España. Actualmente es docente de asignatura en la carrera de Licenciado en Psicopedagogía, titular del curso Formación en el Amor y coordinadora de formación en la Universidad de Monterrey.
Contáctala en jimlav15@hotmail.com
Publicado el 23 de julio de 2015 en: