No olvidemos que las pequeñas emociones son los capitanes de nuestras vidas y las obedecemos sin siquiera darnos cuenta.
—Vincent Van Gogh.
Monterrey. México. Hace unos días fui a ver con mi hija la película de Disney-Pixar “Intensa-mente”, la cual trata magistralmente “sobre el papel de las emociones en nuestras vidas y cómo nos conectan a los demás'', como lo dijo el director de la película, Pete Docter.
La película tiene como protagonista a Riley, una niña de once años y las cinco emociones que libran batallas en su mente, lideradas por la enérgica y optimista alegría; a la que acompañan la tristeza, el miedo, el desagrado y la furia. Las cinco emociones residen en el cuarto de control, el epicentro de la mente de Riley, desde donde le ayudan a manejar su estado de ánimo y navegar cada nuevo día.
En el desarrollo también te muestran a esas cinco emociones interactuando en la mente de los demás personajes de la película. En la mamá de Riley la líder es la tristeza, en el papá el enojo o la furia, etc.
Por lo que regresando a casa me pregunta mi hija: —Mamá, ¿cuál es tu emoción dominante?, ¡la mía es la alegría!—exclama—. Estoy de acuerdo con ella, la alegría es la emoción que predomina en su mente o cuarto de control. ¿La mía? Después de reflexionar me doy cuenta sorprendida que es el temor. —¿Porque crees que el temor, mamá?— Pues porque soy cautelosa, evaluó el riesgo de cada decisión y no me lanzo a lo loco.
En la película, el trabajo principal de temor es proteger a Riley y mantenerla a salvo. Él está constantemente en la búsqueda y evaluación de posibles desastres, peligros, dificultades y riesgos involucrados en las actividades diarias. Sigo sorprendida de que esa sea esa mi emoción dominante, pero es así. La de otras personas puede ser la alegría, el desagrado, la tristeza e incluso la ira.
Pero —respondo con alegría— también me doy cuenta que he aprendido a manejar esa emoción, es un aprendizaje reciente. El miedo ya no me paraliza al viajar sola, tampoco temo pararme frente a una audiencia a dar una charla o un curso, y aprendí a no huir de las cucarachas (aunque sigo siendo cautelosa). Me hubiera gustado aprenderlo antes. Identificar lo que siento, que me lo provoca y sobretodo poderlo externar. La interacción con los que me rodean hubiera sido más fácil, sin malos entendidos.
En las cosas que vivimos cada día, cada acontecimiento o circunstancia, cada uno de nosotros experimenta en el interior de su mente una batalla de emociones. Somos seres que estamos en cierta forma condicionados por ellas, pero si aprendemos a reconocerlas en vez de reprimirlas, seremos capaces de que esas emociones nos beneficien, y como dice Peter Docter: que nos conecten con los demás. Identificar tus emociones y aceptarlas como parte de tu vida te hace crecer como ser humano y conocerte. Nos ayudan a relacionarnos y adaptarnos al mundo que nos rodea.
El miedo o temor, la tristeza, la ira, el desagrado no son emociones negativas, debemos aprender a darles permiso de ser y hacer lo que a su naturaleza corresponde, cederles el tablero de control; esa es la lección en esta película.
Dejar ser a la tristeza, es bueno a veces estar triste. Para esto primero debemos admitir y reconocer que eso es lo que sentimos. Los simpáticos personajes que desarrollaron los creadores del film nos dan una buena guía. ¿Cuál de ellos tiene el tablero de control en sus manos en esta etapa de tu vida?
(*) Alida Madero, es Ingeniero en Industrias alimenticias egresada de la Universidad de Monterrey (UDEM). Tiene diplomados en Logoterapia y Desarrollo Humano. Actualmente coordina el programa Foccus Prematrimonial en la Arquidiócesis de Monterrey, el cual trabaja con las parejas que están comprometidas para contraer matrimonio. Contáctame en foccusmonterrey@gmail.com
Publicado el 10 de julio de 2015 en
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