por
Martha Salim Naime
La duda es el principio de toda sabiduría.
Aristóteles
Hoy
en día las parejas de novios que han encontrado a su media naranja se plantean
tomar una decisión: casarse o vivir juntos. Finalmente de eso se trata, de
compartir con la persona amada -la elegida- el resto de la vida. En aquello que esta fundamentados sus valores —tradición, seguridad, costumbre, moda o convicción— hará que la balanza se incline hacia un solo lado.
Es común que los jóvenes, antes de tomar una
decisión que cambie su vida de manera radical, se hagan preguntas a sí mismos
para estar seguros y confiados de lo que piensan hacer. Antes de que un joven
le pida matrimonio a su novia —como es
lo convencional— se preguntará: ¿estoy listo para dar este paso? ¿Es esta
persona, mi novia, la mujer que le dará sentido a mi vida, a mi trabajo?; por
otro lado, la chica, que intuye y espera la propuesta de su novio, se hace, a
su vez, un cuestionamiento similar.
La tendencia al alza en la cohabitación
(periodo de vida marital no legalizado) debilita la institución matrimonial;
hay miedo a casarse, miedo al divorcio y miedo al compromiso. No es para menos, si tomamos como referencia
los datos del INEGI que muestran un alza exponencial en los índices de
divorcio: de 35,029 en 1994 a 91,285 en 2011 y 123,883 en 2015.
Ante estas interrogantes surgen diferentes
planteamientos:
Los que no se cuestionan y sí se casan, porque
así lo marca la tradición, porque eso han hecho sus padres y harán sus hermanos
y familiares cercanos. Porque casarse es lo que importa y no se atreven a
contradecir, en el dado caso de que lo consideren como una opción. Tienen
ejemplos cercanos y modelos a seguir. No tienen por qué dudarlo, el matrimonio
no es fácil pero funciona.
Por otro lado, están los novios que se
cuestionan y no se casan. Quieren estar
seguros de que la relación funcione, prefieren esperar a ver qué pasa antes de
legalizar o formalizar su unión. No les gusta sentirse atados. No se plantean
proyectos a largo plazo, porque la misma relación no les da esa seguridad: ¿qué
pasaría si le invierten tiempo, dinero y esfuerzo y luego se dan cuenta de que
no pueden vivir juntos? Buscan ser una
pareja, pero no están convencidos de que tener hijos sea una buena
idea, sin embargo, las probabilidades de embarazo no disminuye por el hecho de no estar casados. Quienes cohabitan, no se divorcian, pero también
sufren por el rompimiento de su relación.
Por último, los que se cuestionan y sí se casan.
Estas parejas deciden asumir el matrimonio como una alianza: un compromiso en
el presente para un futuro incierto. Se aman y saben que este sentimiento, será
el motor que los impulse y el freno que los detenga; la decisión de amarse y la
voluntad del compromiso rebasan el enamoramiento de la primera fase de la
relación. Saben que por su pareja
desearán: querer más, querer mejor y querer ser mejores. Se casan para hacer
que pase algo trascendente en sus vidas. Empiezan sus proyectos de vida en
común desde el noviazgo. Quieren ser y formar una familia, tener hijos y darles
lo mejor de ellos mismos.
La revista Journal
of Marriage and the Family ha publicado una serie de estudios que confirman
lo que la experiencia nos dicta: el matrimonio es un compromiso que da
seguridad y estabilidad; es fuente de fidelidad y esfuerzo conjunto. La
familia, basada en el vínculo conyugal, es la generadora de capital social más
eficaz; ponerla en riesgo, tiene graves
consecuencias sociales, económicas y sanitarias.
Cada pareja, en uso de su libertad, decide el
tipo y el nivel de compromiso que quiere asumir. Por lo general, está
relacionado con su proyecto de vida particular. El éxito profesional, la
realización personal y el sentido de trascendencia son factores claves en cada
decisión. Kierkegaard afirma que "el matrimonio es y seguirá siendo el viaje de descubrimiento mas importante que el hombre pueda emprender".
Solo el equilibrio dará a la persona, y a la pareja, la
sensación de plenitud y felicidad. Una
decisión será madura, en tanto se escuche a la cabeza y se deje hablar al
corazón.
(*) Martha Salim Naime. Es Administrador de Empresas con Maestría en Ciencias del Matrimonio y la Familia y diplomado en Tanatología por el Instituto Superior de Estudios para la Familia (Juan Pablo II). Es consultor familiar y cuenta con la certificación para ser facilitadora de la herramienta pre-matrimonial FOCCUS.
Puedes contactarla en: cosas.defamilia.nl@gmail.com