Por: Alida Maria Madero
La
vulnerabilidad suena como la verdad y se siente como coraje. La verdad y el coraje no siempre son cómodos,
pero nunca son debilidad. –
Brené Brown
Mi estado en Facebook
hace unos días fue: esta valiente mujer, hoy se siente vulnerable, mareada,
adolorida y se queda en cama. Porque también las súper heroínas nos
enfermamos y las mujeres somos a veces frágiles.
Ahí estaba yo en
una camilla con suero e incapaz siquiera de mover la cabeza; pero, tenía que ir
a la oficina, debía de funcionar y resolver, ¡no puedo quedarme en cama! Raro
en mí, nunca me enfermo, más bien no me doy permiso de enfermarme, de hacer un
alto, de sentirme vulnerable. En esta ocasión el virus en mi cuerpo pudo más y
estuve casi 48 horas fuera de servicio.
Y no siempre es
por enfermedad, hay veces que no quieres subirte al mundo, ni quitarte el
pijama, ni resolver, ni explicar, ni siquiera pensar y está bien. Es válido.
Pero no nos lo permitimos, porque la vulnerabilidad nos conecta con aquella
parte íntima nuestra que no nos gusta enseñar, porque suele ser poner al descubierto nuestras
inseguridades y miedos.
La verdad es que no es fácil. No nos enseñaron
a manejar eso de ser vulnerable porque, creemos que es sinónimo de ser débil,
inseguro inclusive pusilánime. Muchos de nosotros hemos sido educados así, si
no eres una súper mujer no eres valiosa, en el caso de los hombres no puedes
ser débil o mostrarte frágil porque te quita hombría; y es que la vulnerabilidad es de esas “cosas”
difíciles de abrazar, comprender e incluir en nuestras vidas, y en lugar de
mirarla con respeto, le tememos y nos alejamos de ella tanto como sea posible.
En su libro ‘Fragil’
Brené Brown profesora investigadora de la University of Houston Graduate
College of Social Work, escribe que
efectivamente las personas somos imperfectas, somos vulnerables, tenemos miedo,
no siempre tenemos la solución a
nuestros conflictos, y es precisamente ahí donde radica nuestra belleza,
nuestra imperfección nos hace más humanos, más auténticos. Nos aleja de la
rigidez y del control de mantenernos en un falso estado de “seguridad” ante los
demás, lleno de exigencia y de juicio, tanto del propio como del que le
suponemos al otro.
Se puede ser
frágil, ¡tenemos permiso! No por ser adultos tenemos el don de la
fortaleza invulnerable. Nuestro cuerpo es frágil y nuestras convicciones y
comportamientos pueden ser poderosos y firmes. Podemos ser fuertes en nuestra
generosidad y nuestra capacidad de amar y vulnerables ante cualquier rechazo,
ante el dolor o la enfermedad.
Brené
Brown explica que también la vulnerabilidad es
el lugar donde nacen la dicha, la creatividad, el sentido
de pertenencia y el amor. Tener el valor, el coraje, de ser imperfecto
y aun así ser capaz de amarse a sí mismo.
Pero ¿cuántos de nosotros nos permitimos sentirnos
vulnerables en alguna ocasión? ¿Y cuántos lo admitimos tanto íntimamente como
en público? En mi caso casi nunca, pero esos días con rotavirus me dieron una
gran lección, no pasa nada si me bajo del
mundo un ratito, si me quedo quieta en un sillón o si digo que me siento
realmente mal. Si “apapachamos” a los que amamos, pues hagámoslo con nosotros
mismos también.
Como bien lo
escribe Melody Beattie en su libro El
lenguaje del adiós “No tienen nada de malo esos días. Parte de cuidar de
nosotros mismos significa darnos permiso de 'deshacernos' cuando lo necesitamos. No tenemos por qué ser
torres perpetuas de fortaleza."
(*) Alida Madero, es Ingeniero en Industrias alimenticias egresada de la Universidad de Monterrey (UDEM). Tiene diplomados en Logoterapia y Desarrollo Humano. Actualmente coordina el programa Foccus Prematrimonial en la Arquidiócesis de Monterrey, el cual trabaja con las parejas que están comprometidas para contraer matrimonio. Contáctame en foccusmonterrey@gmail.com