martes, 15 de septiembre de 2015

Entre el ratón y el león: asertividad

Por: Martha Salim Naime


Ser asertivo es alinear la cabeza con el corazón; pensar y sentir en la misma dirección. La asertividad implica proteger y defender los derechos propios sin violar los de los demás, y poder manifestar sentimientos y creencias sin sentirse culpable.

Lograr decir lo que queremos, sin subordinarnos a los deseos de los demás, requiere una práctica constante. Por lo tanto casi todos podemos ser asertivos en ciertas situaciones y no serlo en absoluto en otras.

La asertividad fue definida por Wolpe (1958) como “la expresión de los derechos y sentimientos personales”. Se le considera una conducta y no un rasgo de la personalidad. Existen dos aspectos de la misma: el positivo y el negativo.

Aserción positiva:
  •  Ofrecer y aceptar halagos: “me gusta cómo te ves con ese traje”, “gracias, a mí también me gusta”.
  •  Reconocer con honestidad el desempeño de los demás: “Te felicito, has terminado tu tarea antes de tiempo”.
  • Expresar el afecto positivo: “te quiero”, “te extraño”.

Aserción negativa:
  • Decir que no: “no se me antoja ir a ese lugar”; “no tengo ganas de ir al cine”.
  • Hablar de sentimientos negativos: “Me duele cada vez que llegas tarde”.
  • Aceptar críticas: “Lo siento, no sabía que te molestaba esa actitud, trataré de evitarlo en el futuro.

Ser asertivo consiste en saber pedir y saber negarse y en negociar para llegar a acuerdos; respetando los derechos de los demás y los de uno mismo. Neidharet, Weinstein y Conry (1989) señalan que mediante esta habilidad, se expresan ideas o reclamos con cortesía y se escuchan con respeto los reclamos o ideas que manifiestan las demás personas.

La asertividad en los niños es natural, tanto que a veces parece brutal, como cuando te dicen “ya no te quiero”. Los padres consideramos esos comentarios como incorrectos, inoportunos e inconvenientes y reprimimos esas conductas. Enseñamos a los niños a ser “no asertivos”.
Los adultos no siempre nos atrevemos a expresar lo que sentimos o deseamos y ese miedo nos lleva a emplear estilos pasivos o agresivos.

Conducta pasiva (tipo ratón):

Se anteponen los derechos de los demás sobre los propios.  Tanto en el lenguaje verbal como en el corporal se expresa con voz vacilante y mirada baja: “yo digo que no conviene, pero como tú quieras”. La persona pasiva desarrolla sentimientos de culpa por sentirse manipulada y su autoestima se deteriora continuamente.

Con la conducta pasiva se busca evitar enfrentamientos y con el tiempo sobreviene una autoevaluación negativa. Los sentimientos de tristeza, impotencia y desconfianza y la sensación de ser incomprendido y manipulado, generan la sensación de rabia hacia sí mismo y hacia los demás.  “¿Por qué soy así?, ¿por qué dije que si cuidaba a los niños si yo quería ir al cine? ¡Ahhhhhh!!”

Conducta agresiva (tipo león):

Se llega al extremo contrario: se anteponen los derechos propios de una manera que ofende, manipula y lastima. El mensaje llega usando la degradación, la humillación y la dominación.
La persona de conducta agresiva siente satisfacción por haber logrado lo que quería, sin embargo, a largo plazo experimenta sensaciones de culpa, remordimiento y frustración. Se genera tensión en las relaciones cercanas y se pierden algunas que han sido importantes.

Preparación para el diálogo asertivo

Desarrollar la habilidad de la asertividad puede producir ansiedad porque se reciben críticas, agresiones y se es tachado de egoísta; sobre todo, si la otra persona usa un estilo agresivo. A largo plazo, la persona que trabaja en ser asertiva se siente más  a gusto consigo misma y eleva su autoestima por actuar en base a sus valores y creencias.

Es necesario tener claros los objetivos que se pretenden lograr, evitar prejuzgar al otro, planear la oportunidad de negociar y recordar dejar la puerta abierta para una segunda oportunidad, en caso de no llegar a un acuerdo.

La persona asertiva no somete ni se deja someter; no busca agradar para ser aceptada. Muestra respeto por los demás y logra ser respetada. Se expresa con claridad: dice las cosas de una manera firme y directa y no pierde el control, como lo afirma Fensterheim (1990). Protege sus derechos y no lesiona los de los demás. Busca alcanzar sus metas sin ofender y logra acuerdos.

Huir, luchar o razonar: ser pasivo, agresivo o asertivo; la decisión está en ti. Es un esfuerzo que toma tiempo pero vale la pena. ¡Tú decides!



Publicado en Sexenio Nuevo Leon el 15 de sept de 2015
http://www.sexenio.com.mx/columna.php?id=9674

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