Por Avelina Jiménez
Existen videos en las redes sociales tan bien realizados que
logran sensibilizar a cualquier persona. El abrazo entre un padre y una hija
mientras ríen juntos; la ayuda de un joven a un anciano para cruzar la calle;
la secuencia fotográfica de una pareja que van a ser padres y que concluye con
la foto de su bebé en brazos son sólo ejemplos de temáticas emotivas, que, a
pesar de ser virtuales, han tocado el corazón de miles de personas.
En el diccionario, la palabra virtual significa que no es
real. Lo primero que se asoció con este adjetivo fueron los juegos de video, en
donde quienes lo utilizaban, podrían invertir horas tratando de pasar
diferentes mundos con la intención de salvar a una princesa o ganar una
carrera; sin embargo, en la actualidad la palabra virtual ha adquirido tal
fortaleza que incluso la mayoría de las universidades más prestigiadas del
mundo ofrecen cursos con esta modalidad.
La educación y el turismo son las dos áreas por excelencia
que han explotado el uso de lo virtual y los famosos mapas en papel han quedado
casi obsoletos, basta con colocar la dirección de un sitio de interés y de
inmediato el celular te ofrecerá la mejor ruta para llegar. Los croquis cada
vez son cosa del pasado y ahora el mandar la ubicación provoca aún más
tranquilidad que una brújula en el ayer.
La definición de que lo virtual es algo irreal parece ser
cada vez más obsoleta. La misma tecnología intenta convencernos de esto. Los
famosos memes, que son ideas que se transmiten rápidamente a través del
internet y que son representadas de manera gráfica, parecen ser cada vez más
reales y en más de una ocasión he soltado una carcajada al ver un meme y, aun
sabiendo que no es real, mi respuesta de quererlo compartir a mis grupos de
amigos en línea es casi inmediata.
También he llorado con algunos videos que he visto
publicados en las redes sociales. La música, las imágenes, el mensaje, todo
parece estar tan bien realizado que verdaderamente al verlo despierta en mí un
abanico de emociones. Y no soy la única. Videos del cuidado del medio ambiente,
educación especial, la protección de animales e incluso, videos de
espiritualidad publicados en las redes sociales, son mil veces compartidos al
día, llegando a los ojos y al corazón de miles de personas en todo el mundo.
¿Las imágenes publicadas en redes sociales pueden involucrar
emociones tan fuertes en el espectador? Sí, por qué no hacerlo, si la vida de
las personas es una maravillosa película, que en lugar de verla proyectada en 2
horas en una sala de cine, la vemos proyectada día con día a través de las
redes sociales.
La vida hoy se vive online: cómo me siento, dónde estoy, con
quién estoy y qué estoy haciendo.
Mientras antes nuestros recuerdos los teníamos en papel, hoy todo cabe
en un par de carpetas virtuales, aun sabiendo que nuestra mente y corazón
tengan un almacenaje infinito.
Lo virtual depende de lo presencial. Así como hay muchas parejas que conocen el
amor en línea, no es sino hasta que se conocen personalmente cuando pueden
estar más seguros de su amor. Los sentimientos virtuales sólo se conservarán en
el tiempo mientras se sigan viviendo y experimentando en el día a día: un beso,
un abrazo, una sorpresa, una oración; sólo en la medida en que se mantengan
esas experiencias reales, en vivo y a todo color, se podrá entender la emoción
de un mundo virtual.
Publicado el 31 de agosto de 2015 en: