miércoles, 15 de mayo de 2013

Día del Maestro

Por: Alida María Madero Fernandez
Monterrey, México.-  En 1918, se celebró por primera vez en México el Día del Maestro. La propuesta pretendía que se instituyera un día en homenaje a los maestros.
Siempre he pensado que el ser maestro es una vocación,lo llevan en la sangre, y como toda vocación plenamente realizada los que la tienen son personas que él enseñar, el trasmitir conocimiento los hace felices, da igual la materia,  lo que importa es el deseo de que el "alumno" aprenda. Ser maestro o maestra es una de las actividades humanas con mayor trascendencia e impacto en la sociedad.
Y la verdad es que no cualquiera puede ser un buen educador, no basta sólo con ponerse al frente de un público y hablar continuadamente sin interrupción. No todo aquel que da tareas es buen maestro ni quien dicta apasionadamente ni quien evalúa a los alumnos con una cierta frecuencia. Nada de eso sirve si no está enamorado de su profesión.
Quién de nosotros, cuando recordamos a nuestros maestros, sobre todo en aquellos que dejaron huella, evocamos no  la materia que impartían, sino en cómo nos marcó su manera de enseñar, su pasión, su entrega y generosidad. Considero que todos mis maestros han contribuido a configurar la persona que soy.
Esa vocación a la que me refiero debe de hacerlos felices al descubrir en los ojos de cada uno de sus alumnos ese brillo especial cuando se dan cuenta de que comprendieron y aprendieron. O al vivir esa especial experiencia  de cuando llegan los alumnos el primer día y ver como en el transcurso del año escolar se va  transformando  y creciendo en muchos aspectos.
Porque a los estudiantes hay que desafiarlos. Puede que sus criterios no estén del todo formados, pero esa precisamente es la función del maestro: no convencerlos de algo sino hacerlos llegar a ese algo por cuenta propia
Tener el reto de prepararse en esta época donde la tecnología puede ser una maravillosa herramienta didáctica,  y sentir el desafío de cautivar a unas generaciones más indiferentes e incluso apáticas ante el bombardeo de tanta información. Querer ayudarles  a aprender a discernir lo que de esa marea de conocimiento les sirve  y que es basura, eso debe de ser apasionante, si no, no tienes esa vocación de educar, de enseñar, de formar.
Hace unos días leí un artículo donde  un maestro, Rafael Puig  dice: “es ingrata y a veces injusta mi profesión. Soy maestro porque se me ha concedido el privilegio de construir mundos posibles y soñar con universos imposibles. Porque comparto el cambio para mejorar y a veces también hago que el cambio ocurra.
Soy maestro porque cada día aprendo el doble de lo que enseño. Porque es la única forma que existe de ganarlo todo sin perder nada. Soy maestro porque me siento como el alfarero tomando en mis manos mentes inocentes que al pasar por mis clases se convertirán, contando siempre con la ayuda de Dios, en preciosos elementos de la alfarería social.”
“Y también soy maestro porque me agrada el ceño arrugado del estudiante incrédulo, los ojos entrecerrados del que duda, la pregunta ingenua del confundido, la afirmación retadora del hombre crítico... esos gestos, esas acciones y sus dueños, me avisan que sigo siendo humano y que puedo equivocarme.”
¡Eso es tener vocación!
Y es por eso que  a veces me frustra en este país nuestro, que cuando se habla de los ‘maestros’ inmediatamente se transforma en una profesión altamente devaluada si se le asocia con la política, medios de comunicación y poder. Y no  puedo más que pensar en la cantidad de aquellos  maestros con verdadera vocación, con ansias de trasmitir a sus alumnos el conocimiento, de prepararse y de crecer.
Porque enseñar es estar lleno de esperanza, sembrador de sueños y forjador de progreso.
¡Gracias maestro, maestra  por tu vocación y entrega!

Publicado el 15 de mayo de 2013:

viernes, 10 de mayo de 2013

De generación en generación

Por: Martha Salim Naime
Monterrey, N.L. En nuestro país es común celebrar el día de las madres. Es una tradición que tuvo su origen a principios del siglo pasado, pero tiene sus raíces en la civilización Azteca, que ya honraba la maternidad.
Celebrar a las madres es celebrar la vida. Una vida que engendra a otra.
El tiempo, la moda, la ciencia y la tecnología, imponen cambios,  sin embargo hay algo que todos tenemos en común: un seno materno nos albergó, protegió y alimentó,  desde la procreación hasta que vimos la luz por primera vez.
Es el común denominador de toda la humanidad, independientemente del tipo de familia en la que cada quien ha crecido y se ha desarrollado. La madre es la proveedora de generaciones, gracias a ellas el género humano no se ha extinguido.
La primera voz que escuchamos y reconocimos, aún sin darnos cuenta, fue la de mamá.  Por medio de ella recibimos nuestra herencia biológica; estatura, color de ojos y de tez, tipo y color de cabello, tipo de sangre y el ADN; elementos que nos hacen ser personas individuales y exclusivas y nos diferencian de las demás.
Las primeras señales de afecto se reciben de mamá, es el contacto vital con el mundo; por ella conocemos, nos alimentamos, interactuamos y aprendemos a expresar nuestros afectos.
Ser madre es un privilegio y un gran compromiso. La Vida, ha concedido a algunas mujeres la maternidad biológica, es decir, la oportunidad de concebir y dar a luz a una creatura, pero a ninguna le ha negado la maternidad espiritual. Cualquier mujer posee la capacidad de depositar cariño, ternura y cuidado a otros niños.
Es el caso de las tías y las abuelas, ellas encuentran en los hijos de otros la oportunidad de demostrar su capacidad de entrega y  amor. Ellas son su propio límite. Quienes hemos tenido la suerte de tener a alguien así en la familia, hemos conocido otra forma de expresar afectos y de ser mamá.
La madre es el eje de una familia, la principal transmisora de fe y de valores. Mamá es consejera, auxiliar, enfermera, asistente, maestra. Del trato con ella, los hijos varones aprenden a tratar y a relacionarse con las mujeres en su vida adulta y las niñas a ser hijas, amigas, mamás y esposas, en una sola palabra: ¡a ser mujer!
El amor de mamá se distingue de todo tipo de afecto. Es incondicional y gratuito. No pone condiciones ni tiene expectativas. Ama a sus hijos ‘porque si’ y ‘porque son’ y ‘a pesar de lo que son’. El amor de mamá deja en el hijo una sensación interna de “ser valioso”, no solo para ella sino para los demás.
Jill Churchill afirma que “No existe la madre perfecta, pero hay un millón de  maneras de ser una buena madre”.
Aprovechemos esta celebración del día de las madres, para recordar que la fecha no es lo importante, sino el reconocimiento al valor del legado que han dejado en nuestras vidas.

Publicado el 10 de mayo de 2013

miércoles, 8 de mayo de 2013

En el Clásico Regiomontano: ¡A respetar las diferencias!

Por: Martha Salim Naime

#siemprevigente #clasicoregiomontano

En menos tiempo de lo que hubiéramos pensado seremos testigos de dos juegos más entre los Tigres de la UANL y los Rayados del Monterrey. Los dos equipos de futbol de casa se enfrentarán por lograr un espacio en la liguilla.
Al mismo tiempo en el que se piensa en los juegos, se está planeando cómo y dónde serán las reuniones para ver los partidos, esto representa motivos de encuentro con los amigos y la familia; excelentes oportunidades para una sana convivencia.
Y para convivir sanamente, el respeto es primordial. La célebre frase de Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”, viene como anillo al dedo. Nada mejor que disfrutar de la fiesta deportiva local que en santa paz. Ya que las diferencias en los modos de ser y de sentir pueden llegar a conflicto, si se rebasa la barrera del derecho ajeno.
Tener una buena relación con los demás fortalece los vínculos de afecto y mejora la autoestima de cada uno de los miembros del grupo o de la familia.
Como cada quien es libre de elegir, es común ver que en una misma familia haya seguidores de ambos equipos. Estas diferencias en gustos no tienen por qué manifestarse en provocaciones, ataques o agresiones; por el contrario, son oportunidades para que se practiquen valores que fortalezcan los lazos de la relación familiar.
Los padres que aprovechan eventos como el Clásico regiomontano para sembrar valores en sus hijos, están promoviendo la amistad, la solidaridad, la tolerancia, la templanza y la empatía entre ellos.
Predicar con el ejemplo es más eficaz que las palabras. Enseñar a los hijos con la propia conducta es más efectivo y deja raíces más hondas.
Las personas que practican algún deporte de grupo, saben que ganar o perder es un esfuerzo del conjunto, que las individualidades restan en vez de sumar. Que no gana el que juega mejor o tiene la posesión del balón la mayor parte del tiempo, sino el que, al final queda con el gol de ventaja.
Dos juegos más del Clásico del norte, pueden significar para muchos una experiencia más allá del futbol. Para aquellos que no conocen mucho de reglas y términos futbolísticos, es una oportunidad de involucrarse. Para las esposas, novias, hijas o padres que no tienen un alto grado de interés por los juegos, es una oportunidad de intervenir y conocer los puntos de vista de los demás.
Gane quien gane, recordemos que las competencias son solo un deporte, que son oportunidades de convivir, que se pueden disfrutar siempre y cuando se tome en cuenta a los demás.

Mail:  cosas.defamilia.nl@gmail.com

·         La autora cuenta con Maestría en Ciencias de la Familia