Por
Avelina Jiménez Lozano
Hay una pregunta constante que nos realizan
nuestra familia y amigos. Generalmente no es la primera con la que iniciamos
una conversación, pero indiscutiblemente mi esposo y yo nos extendemos en su
respuesta: “¿Cómo está Rex?”.
Rex es un perro pastor alemán que hemos decidido
tener por mascota. Las personas que nos conocen, saben que es importante para
nosotros y lo mucho que hemos cambiado con su llegada. Nuestra dinámica
familiar se ha modificado de diferentes maneras, desde estar al pendiente de
apuntar en la lista del mandando el comprar su alimento, hasta tener la
precaución de buscar quién lo cuide cuando tomamos vacaciones.
Contrario a lo que se piensa, tener una mascota es
una recomendación común de los especialistas de la salud. Según un artículo
publicado por el Journal of Personality and Social Psychology, quienes tienen
una mascota llevan una mejor vida, son más sensibles y están más conscientes de
lo que ocurre en su entorno. Los animales domésticos proporcionan a la
familia algo más que simple compañía.
Según un estudio realizado en México, el perro es
el animal doméstico que más familias mexicanas poseen, teniendo el 84% de
preferencia sobre el resto de las mascotas. La mayoría de los niños no le
tienen miedo, al contrario, se acercan a ellos con confianza e incluso,
insisten a sus padres para tenerlo en casa. Una escuela ubicada en
Monterrey utiliza, como reforzador para los niños que cumplen con sus
actividades, la oportunidad de llevarse un cachorrito a casa durante un fin de
semana. Sobra decir que los niños se esmeran por obtener el preciado premio.
La presencia de una mascota dentro de una familia
desarrolla valores en niños y adultos. La responsabilidad de cuidar a otro, el
compartir el tiempo libre, la sensibilidad hacia los demás y el respeto
por los seres vivos son sólo algunas habilidades que se convierten en acción al
momento de tener una mascota.
Para un matrimonio sin hijos, la decisión de tener
un perro puede ser sencilla al igual que para las parejas que desde niños han
crecido con uno, pero, ¿y si algún integrante de la familia no desea tenerlo?
¿Cómo podemos lograr un acuerdo? Primero es importante conocer la razón por la
que no lo acepta, la respuesta más común es porque lo consideran una carga
adicional de trabajo. El comprometerse cada uno de los miembros en su
cuidado y el delimitar roles específicos de trabajo, pueden provocar un cambio
de opinión. Generalmente con el tiempo, la persona que no quería tenerlo se
encariña con él y hasta llega a quererlo.
Todo ser vivo tiene un final y las mascotas no son
la excepción. Aquel integrante que pasó años con una familia y que muchos lo
consideran como parte ella, algún día tendrá que dejar de existir. Para la
mayoría de las personas, la primera experiencia real de ausencia eterna, es
cuando muere su mascota. La forma en que un niño viva este momento lo preparará
para una de las más duras pruebas de la vida: aceptar la muerte como un proceso
natural.
En un mundo cada vez más tecnológico y virtual en
donde la comunicación es a distancia y las personas se divierten pasando etapas
de un mundo ficticio, el tener un animal doméstico fomenta en los integrantes
de la familia la importancia de disfrutar el momento con un ser real, vivo y
fiel: su mascota.
(*) Avelina Jiménez Lozano, es Psicóloga con Maestría en Educación por la Universidad de Monterrey. Experta en temas de familia y pareja. Cuenta con la certificación para ser facilitadora de la herramienta pre-matrimonial FOCCUS. Ha participado en programas de desarrollo humano e inteligencia emocional en México y España. Actualmente es docente de asignatura en la carrera de Licenciado en Psicopedagogía, titular del curso Formación en el Amor y coordinadora de formación en la Universidad de Monterrey.
Contáctala en jimlav15@hotmail.com