Anónimo
El alimento para el ser humano es una necesidad, y también una fuente de gratificación y placer. Seleccionamos que y con quien comer. El ritual de compartir la mesa es la forma universal de socialización en todas las culturas y es una de las referencias más antiguas de la familiaridad, pues es ahí, en la mesa, donde se hacen y rehacen continuamente las relaciones que sostienen a la familia y la sociedad.
El término comensalidad no
aparece en el diccionario de la Real Academia de la lengua y el word de mi
computadora me lo marca como error, pero si aparece en los estudios de antropología
social; esta palabra comensalidad significa
comer y beber juntos alrededor de la misma mesa. Es en la mesa donde se da esa
experiencia de comunión, de la alegría de encontrarse. Las palabras compañía,
acompañar o compañero, se refieren literalmente a aquellos que comparten el
pan.
En nuestro país comer con la
familia es todo un ritual y es característico del folklor de nuestra sociedad, las
reuniones alrededor de una mesa, están enraizadas culturalmente en nuestra forma
de vida. Ya sea por festejar el cumpleaños, la carne asada, los martes de
hamburguesas, la reunión del domingo, las cenas entre amigos, las comidas de negocios;
Esas sobremesas de conversaciones y risas, reunirnos con los seres que
apreciamos, crea vínculos.
El hecho de comer juntos hace que
haya un sentido de pertenencia, y ese sentimiento de pertenecer crea la
sensación de seguridad, promueve la solidaridad y la cooperación entre los
miembros de una familia o entre los amigos y compañeros. En la familia, la comensalidad
da espacio para dialogar, es una oportunidad para los padres de transmitir valores,
costumbres y normas a los hijos.
Cuando comemos en familia de
manera regular, los niños pueden hablar con sus papas y compartir lo que hacen,
lo que piensan, lo que sueñan. El hecho de compartir la comida puede ser un
buen momento para entablar el diálogo sobre cómo fue el día en los niños en la
escuela y conocer sus inquietudes. Preguntar a quien comparte nuestra mesa, ¿cuál
fue tu mejor momento del día?, da lugar a una conversación maravillosa, no
importa la edad ni el parentesco.
La mesa no es siempre un espacio
de placer, eso es verdad, las discusiones forman parte de la vida cotidiana,
las diferencias de opinión y tener la libertad de expresarnos, también es una
forma de aprender, de aceptarnos, de tolerar, de ceder. Discutir con respeto y
sin violencia, puede sumar. El dialogo en la mesa funciona para que los hijos
aprendan a discutir abiertamente, se aclaren las diferencias y se establecen
acuerdos.
Esta comensalidad no cuenta
cuando usamos el celular todos en la mesa o ‘invitamos’ a la televisión a
sentarse como un comensal más, el único que habla. Estas comidas juntos, nos
unen y son momentos que nunca se
repetirán, hay que gozarlos. La idea de una canasta o cajita para el celular es
maravillosa. Debemos aprender a conversar, a comunicar, a dialogar, los hijos
nos observan e imitan.
Algunos tips son: Tomarse el
momento –ya sea en el hogar o fuera de
casa– para comer tranquilos y pausado,
disfrutando de la comida; Detenerse a comer, en casa preparar la
mesa de manera agradable, masticar cada bocado lentamente, saboreando.
Sobre todo, no te estreses si tu
rutina semanal no te permite comer con tus hijos, intenta provocar la
comensalidad en la cena o los fines de semana. Insisto sin celulares, pleitos y
sin invitar a la televisión. Compartir la mesa es el mejor plan que podemos hacer
cada día en familia. Aunque cueste conciliar los horarios, es importante buscar
un tiempo al acabar la jornada para conversar de lo que cada uno ha hecho
durante el día.
Las
comidas juntos hacen resurgir la conversación. Los expertos en desarrollo dicen que los niños y adolescentes se
comunican mejor con sus padres cuando tienen una actividad secundaria al
platicar; untar con mantequilla una rebanada de pan, llenar el vaso con jugo o
bebida, servirse en el plato, proporcionan la distracción perfecta para
preguntarles, para escuchar, haciéndolos sentir cómodos para compartir sus
intereses y preocupaciones. El beneficio radica
en conocerse, saber lo que cada uno piensa, hablar de alegrías y tristezas,
enriquecerse con las diferentes opiniones, aprender de las cosas lindas que le
pasa al otro y superar las frustraciones.
Comer con compañía trae múltiples beneficios psicológicos, sociales y biológicos, se crean relaciones, se promueven habilidades sociales y el buen comportamiento. Ya sea con familiares, amigos o compañeros de trabajo, comer en compañía de alguien nos beneficia más de lo que pensamos. No hay nada como una mesa compartida, efectivamente, la mejor red social es una mesa rodeada de tu gente de toda la vida.
(*) Alida Madero, es Ingeniero en Industrias alimenticias egresada de la Universidad de Monterrey (UDEM). Tiene diplomados en Logoterapia y Desarrollo Humano. Actualmente coordina el programa Foccus Prematrimonial en la Arquidiócesis de Monterrey, el cual trabaja con las parejas que están comprometidas para contraer matrimonio.
Contáctala en foccusmonterrey@gmail.com