Por Martha Salim Naime
El uso de emoticons o íconos gestuales, ha sustituido la expresión verbal de las emociones, reduciendo la complejidad de la comunicación de las mismas al uso de imágenes prediseñadas.
El término surge de dos vocablos ingleses: emotion, que significa emoción, e icon, que significa ícono, símbolo o representación gráfica.
El emoticon más utilizado es :-) que significa alegre o feliz. Su creador, Scott Elliot Fahlman, científico del cómputo en la Universidad Carnegie Mellon, lo utilizó por primera vez en 1982. Su uso se generalizó y llegó a utilizarse incluso en correos electrónicos formales.
WhatsApp es la App más popular en México; es utilizada por el 84 por ciento de los usuarios de teléfonos inteligentes. Apareció en el mercado de aplicaciones en el 2009 y cuenta con más de 600 millones de usuarios activos en el mundo.
El uso de emoticons ha crecido de manera significativa porque responden a la necesidad básica humana de expresar las emociones. Cada usuario manda un promedio de 42 mensajes por día (MAVAM).
Diversos estudios han demostrado los niños son capaces de reconocer emociones positivas y negativas desde los primeros meses de vida. Incluso, la experimentación surge mucho antes de su capacidad de expresarlas.
“La inteligencia emocional consiste en la habilidad de manejar los sentimientos y emociones, discriminar entre ellos y utilizar estos conocimientos para dirigir los propios pensamientos y acciones”. Salovey y Mayer (1990).
Para Daniel Goleman, la inteligencia emocional consiste en: tener conciencia de las propias emociones —distinguirlas y auto controlarlas—, lograr un equilibrio emocional y utilizar las emociones como un medio de auto-motivación.
Un mensaje de Whatsapp en un chat de amigos, como: “mi hijo está enfermo”, despierta una cadena de emociones que genera, a su vez, una variedad de respuestas. Algunos contestan con texto un: que se mejore y agregan un ícono y otros usando únicamente íconos.
La emoticon-itis, uso excesivo de íconos, afecta la capacidad de reconocer y manifestar las propias emociones y reduce el vocabulario emocional. Para el receptor del mensaje resulta ambiguo recibir una respuesta de por ejemplo: tres, cinco o varios renglones de un ícono o una serie de ellos. Al no saber cómo interpretarla opta por ignorarla.
La empatía —capacidad de comprender lo que otras personas sienten en diversas situaciones— se ve limitada al usar en exceso los emoticons. Siendo conscientes de nuestras propias emociones, nos será más fácil reconocer la de los demás.
Pongamos a la tecnología a nuestro servicio y no hagamos lo contrario. Practiquemos el ejercicio de tener conciencia de uno mismo y encontremos nuestra propia voz para expresar lo íntimo de nuestro ser, en vez de utilizar imágenes prediseñadas.
(*) Martha Salim Naime. Es Administrador de Empresas con Maestría en Ciencias del Matrimonio y la Familia y diplomado en Tanatología por el Instituto Superior de Estudios para la Familia (Juan Pablo II). Experta en temas de familia y pareja. Cuenta con la certificación para ser facilitadora de la herramienta pre-matrimonial FOCCUS. Actualmente se desempeña como Gestor de redes sociales.
Publicado originalmente el 19 de mayo de 2015 en: