Por: Martha Salim Naime
"El Dios en el que yo creo, no nos manda el problema, sino la fuerza para sobrellevarlo"
Harold S. Kushner
Monterrey, México. Aunque parezca increíble, todos pensamos que no podremos. Que no seremos capaces vivir con una pena y de soportar un sufrimiento. Sin embargo, el camino del dolor es inevitable. Pérdidas de todo tipo se repiten en nuestra vida; vacíos que pensamos que nunca podremos llenar, hasta que decidimos recomenzar.
Hemos crecido protegidos y aislados. Nos han evitado sufrir. Nos han contado historias a medias para poder resistir. Nos han dado la medicina en gotero para derramar unas cuántas lágrimas; como si llorar no fuera un alivio. Hemos crecido con unas creencias impuestas que sin haberlas comprendido, se han trasmitido por generaciones. “Ya llorarás de verdad cuando seas grande”, me dijeron cuando mi mascota de la infancia murió. Como si el dolor que yo vivía entonces no fuera genuino.
Crecimos pensando que no éramos capaces de soportar el dolor, hasta que éste se nos estrelló en la cara. Esa primera vez nos dimos cuenta que sobreponerse y seguir adelante no dependía de los esfuerzos de los demás, sino de una determinación que sólo podría emerger del mismo dolor para superar la perdida.
Luego, quizá, brotaron las lágrimas y empezamos a caminar con esa pena. La opresión en el pecho nos dolía hasta para respirar. Y poco a poco; muy lentamente, pasaba un día y luego otro y uno más. Así comenzamos el duelo pensando que ese tiempo no acabaría jamás.
De cualquier manera, todos lo hemos visto: los duelos, duelen. Nos hemos conmovido con las penas de personas que no conocemos o conoceremos nunca. Nos ponemos en su lugar, no para aumentar nuestra carga, lo hacemos para no perder la sensibilidad. Para no hacernos indiferentes; para no anestesiarnos.
No todas nuestras pérdidas tienen que ver con la muerte de algún ser querido; hay de muchos tipos. La primera quizá fue al nacer; tuvimos que empezar a respirar y a llorar para pedir de comer. Hemos transitado por la vida elaborando duelos. Trabajando continuamente por aceptar una nueva realidad que no es como nosotros quisiéramos: una separación o divorcio, quedarse sin trabajo, una enfermedad o la pérdida del estilo de vida.
El proceso de aceptación es único y personal. No hay un tiempo ni forma determinados. Algunos autores han definido las partes del proceso solo para ayudarnos a entender. Unos enumeran cinco, mientras que otros: doce. Unos los llaman etapas, como Kübler-Ross y otros les llaman fases, como Parkes y Bowlby; unos más: tareas, como Worden. Al final, todos coinciden en que el proceso de cada persona es único e individual y la manera de afrontarlos es irrepetible.
Una de las mejores formas de conocernos es ante el dolor. Uno no se hace grande más que midiendo la pequeñez de su dolor, afirma Ernst Wiechert. No sin antes experimentar emociones como impotencia, desolación, enojo y desamparo, sostiene Jorge Bucay, y agrega que se evoluciona y aprende desde las frustraciones.
La actriz Lea Michelle narra en una entrevista televisiva cómo ha sido su proceso del duelo después de la muerte de su pareja, Cory Monteith. En primer lugar, el apoyo de la familia y de los amigos fue crucial. Los primeros recursos que ella buscó fueron: tener privacidad, regresar a trabajar y seguir el consejo de su madre: “Habrá un momento en el que sentirás un empoderamiento que viene con el duelo; luego, llega un punto en el que tienes que decidir si te caes o te levantas”. Lea decidió levantarse.
El primer año será el más difícil: la primera Navidad, el primer cumpleaños, el primer aniversario; tomar conciencia de estas realidades es un gran auxilio. Recordar los momentos alegres irá tomando espacio en nuestra memoria. Establecer nuevos horarios y costumbres ayudará a asumir la nueva realidad que la vida nos presenta.
Comenzar de nuevo, aprender a caminar sin muletas, sin dependencias, han hecho de nosotros las personas que somos hoy. Día a día sumamos recursos que van construyendo nuestro bagaje, mismo que utilizaremos la siguiente vez que suframos una pérdida. Gracias a ellos, sabremos que podremos salir adelante y superar lo que, por instantes que parecen eternos, consideramos insuperable.
Publicado el 12 de noviembre de 2014 en:
(*) Martha Salim Naime. Es Administrador de Empresas con Maestría en Ciencias del Matrimonio y la Familia y diplomado en Tanatología por el Instituto Superior de Estudios para la Familia (Juan Pablo II). Experta en temas de familia y pareja. Cuenta con la certificación para ser facilitadora de la herramienta pre-matrimonial FOCCUS. Actualmente se desempeña como Gestor de redes sociales.