Por Avelina Jiménez Lozano
La euforia en los centros comerciales y las compras de pánico por las fiestas decembrinas llegó a su fin. Probablemente aún se tengan en casa algunas uvas del rito occidental realizado en fin de año. Hacer ejercicio, bajar de peso y aprender otro idioma son quizá los deseos más populares, que en la mayoría de los casos, se quedarán sólo en eso, en un propósito que nunca se llevará a la acción.
Deseo, propósito, objetivo, meta, ¿Todos estos conceptos son sinónimos? Tal perece que en estas fechas los utilizamos como si significaran lo mismo, pero no lo son. Todo comienza con un deseo (hasta ahorita al menos tenemos 12) que proviene directamente de la emoción. Si uno no desea intensamente y con el corazón las cosas, difícilmente se alcanzarán.
El propósito es voluntad, el objetivo es acción y es precisamente en estos dos conceptos en donde los deseos de año nuevo se pierden y no se realizan. Los objetivos lo conforman pequeñas metas, las cuales son concretas, medibles y alcanzables. Si son más lejanos, ambiciosos y más difíciles de conseguir (al menos durante un año) se consideran sueños.
En la mayoría de los casos hay deseos y sueños, pero lo que no se tiene claro son las metas. Es común que a los adolescentes se les cuestione sobre lo que quieren hacer con su vida, pero ¿Qué pasa con los adultos? Existen metas comunes y hasta socialmente exigidas, como terminar una carrera, casarse o formar una familia, sin embargo, una vez que se han logrado será necesario identificar nuevas metas que le permitan a la persona sentirse realizada y feliz.
La rutina y la velocidad con la que se vive el día a día, son factores que entorpecen la visibilidad del camino hacia donde nos queremos dirigir. Algunas personas dejan de ponerse metas porque piensan que al tenerlas están siendo egoístas o descuidan a su familia. La admiración de un hijo siempre será el sueño de sus padres. En la medida que los hijos vean que sus padres se sienten plenos y luchan por alcanzar lo que ellos se propongan, se sentirán motivados a tener ellos mismos sus propias metas y esforzarse también por lo que ellos desean.
El buscar a expertos que nos ayuden a lograr nuestras metas es quizá la alternativa menos utilizada por las personas. Es un error pensar que el pedir ayuda significa que nosotros no haremos algo, el contrario, implicará un trabajo extra el invertir tiempo al escuchar experiencias o consejos que nos motiven a seguir avanzando o bien, a replantearnos la forma en cómo estamos actuando.
Cualquier momento es bueno para comenzar. Se recomienda tener en algún lugar visible las metas, escribirlas en papel y buscar estrategias para conseguirlas. Un inicio de año es una fecha especial para clarificar lo que queremos lograr durante los próximos 365 días, pero también existen personas que consideran que la fecha de cumpleaños, el inicio de un ciclo escolar o el empezar una nueva etapa en la vida, pueden ser momentos trascendentales que inviten a la gente a reflexionar lo que ha hecho y lo que desea hacer en los próximos meses.
Inicia un nuevo año, borrón y cuenta nueva. No permitamos que nuestra familia lo inicie sin un propósito o deseo. Seamos ejemplo vivo para nuestros hijos de que la forma más satisfactoria de alcanzar todo lo que nos propongamos es con esfuerzo y dedicación, sólo de ésta manera ellos creerán que es posible.
(*) Avelina Jiménez Lozano, es Psicóloga con Maestría en Educación por la Universidad de Monterrey. Experta en temas de familia y pareja. Cuenta con la certificación para ser facilitadora de la herramienta pre-matrimonial FOCCUS. Ha participado en programas de desarrollo humano e inteligencia emocional en México y España. Actualmente es docente de asignatura en la carrera de Licenciado en Psicopedagogía, titular del curso Formación en el Amor y coordinadora de formación en la Universidad de Monterrey.
Contáctala en jimlav15@hotmail.com
Publicado en Sexenio Nuevo León el 5 de enero de 2014