sábado, 13 de febrero de 2016

Vivirá para siempre

Por Martha Salim Naime 

¿Qué pasa por la mente de una niña de ocho años, cuando se entera que tiene una enfermedad en el corazón? En el caso de Ana Cecilia González fue: todos los niños vivirán para siempre, y yo no.

"Nací condenada a morir", afirma la autora del libro autobiográfico “Cuando vivir no es para siempre” de Azul Editores y cuenta que nació con una cardiopatía congénita del corazón: una transposición de grandes vasos y un solo ventrículo, además de una estenosis pulmonar.

Sin duda la vida de esta niña fue diferente a la de sus hermanos y a la de otros niños desde que nació; pero el verdadero cambio en su vida fue cuando, al enterarse de su padecimiento, transforma su voluntad de vivir en su motor interior.

No quiero adelantarte información, porque la historia de vida que Ana Cecilia narra en su libro, vale la pena conocerla de principio a fin y de la voz  de la protagonista.

La lectura es tan ágil e intensa que te lleva de la sorpresa al dolor; de la risa al llanto; de la admiración a la frustración. Es tal su riqueza que aquí comparto solo algunos de los tesoros que esconde Cuando vivir no es para siempre:
  • El decreto de una niña de ocho años. Con frecuencia los adultos descalificamos a los niños porque los creemos incapaces de tomar una decisión de trascendencia. Consideramos que la edad nos da la experiencia y la sabiduría suficientes para saber qué es lo mejor para alguien más.
  • El valor de la familia: El apoyo y la solidaridad de los padres; el amor de la pareja entre sí y hacia los hijos y el amor entre hermanos, conformaron para Ana Cecilia un entorno seguro, confiado y con la calidez suficiente para que toda la familia caminara hacia adelante y se fortaleciera; sin estancarse por la enfermedad de uno de los miembros. 
  • El rol de las abuelas: que,  al no tener las restricciones propias de los padres para formar y educar, aman de tal forma que expanden los límites de la libertad de sus nietos y los ayudan a ser personas resilientes. 
  • Las amigas: importantes y necesarias en todas las etapas de la vida. Cómplices, confidentes y compañeras incondicionales.  
  • El pudor: ese sentimiento natural que hace sentir vergüenza de exhibir el propio cuerpo. Es algo que nadie te enseña pero que sabes; es la Ley Natural. ¿Por qué pensamos que a los niños no les da vergüenza que les quitemos la ropa delante de alguien más? 
  • El trato humano del cuerpo médico. También viene de nuestra naturaleza la necesidad de sentirnos tratados como personas; sin importar la edad o circunstancia.
  • El dolor y la soledad: un niño, incluso un bebé, los experimentan y lo expresan aunque no lo sepan decir con palabras. Su necesidad no siempre es atendida porque las circunstancias lo impiden; algo tan sencillo como una muñeca cobró un gran significado en cierto momento de la vida de Ana Cecilia. 
  • La fe y la gratitud. ¿Cómo concebir la vida de esta familia sin Dios como centro de sus vidas? Una fortaleza que proviene desde lo más hondo del corazón y que lleva a agradecer por lo que se tiene y por lo que no se tiene de manera constante.

Ana Cecilia relata que cuando llegó al hospital para su primera cirugía, a los veinticuatro años y puso al tanto al personal médico de las actividades que, a juicio de ella eran normales, para el doctor a cargo de su caso representó: “volver a las investigaciones, a las estadísticas y a cuestionar lo aprendido” durante su vida profesional.

La respuesta a las interrogantes médicas no estaba en la ciencia sino en la familia y el entorno en el que creció Ana Cecilia, en medio del cual desarrolló una firme voluntad que la llevó a explorar  los límites de su capacidad física y a desarrollar habilidades que aumentaron su autoestima y la fortalecieron.

Cuando vivir no es para siempre no es sólo una autobiografía, es un legado de esperanza, de amor por la vida y de unión familiar. Es una confirmación de que la vida consta de tomar la decisión de vivirla con intensidad: en medio de las circunstancias, con ellas y a pesar de ellas.

Todos nacimos condenados a morir, pero la historia de vida de Ana Cecilia vivirá para siempre y encenderá una luz al final del túnel de todo aquel que la lea.


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