sábado, 18 de febrero de 2017

Realidad o apariencia

Por: Martha Salim Naime


Los responsables del estado de ánimo más íntimo del prisionero no eran tanto las causas psicológicas ya enumeradas cuanto el resultado de su libre decisión.
Viktor Frankl


En un momento de reflexión profunda,  me pregunté ¿qué es eso que nos hace diferentes a unas personas de otras? ¿Por qué unos buscan hacer el bien y otros, todo lo contrario? Si la persona es el ser superior de la creación, ¿porque no es feliz? Ser persona va más allá de una serie de conceptos o reflexiones; es algo que sólo se define, se comprende y se comprueba, desde la existencia misma.

Toda persona posee las siguientes características: es capaz de pensar, de juzgar, de elaborar conceptos. De estar consciente y tener conciencia, ya sea de forma plena o limitada. Tiene la capacidad de distinguir entre acciones concretas por las que puede optar, gracias a sus facultades: inteligencia, voluntad y libertad.

En una de las reuniones familiares, observé que uno de mis nietos miraba, por un lado el pino de Navidad y del otro, los escalones que dividen la sala del comedor. Después de un par de ojeadas y un rápido análisis, se fue, gateando, directo a los escalones.

En la medida en que la persona pone en funcionamiento las características enlistadas previamente, es capaz de ser más  y de ser mejor. Y si esto es cierto, ¿porque en la realidad no sucede así? Aunque la pregunta parece difícil de contestar hay sólo una respuesta posible: porque tiene libertad de elección.

“La libertad de actuar no depende de lo que hago, ni de lo que tengo, sino de lo que soy”, afirma, el sociólogo polaco, Zygmunt Bauman. Y agrega que “como parte de una familia insertada en la sociedad, “nuestra libertad está restringida por la libertad de los demás”. De haber elegido el pino de Navidad, con sus atractivas luces y adornos brillantes, yo habría retirado a mi nieto de ahí inmediatamente.

Por su parte, Schopenhauer, filósofo alemán,  sostiene que el libre albedrío es “el más alto grado de libertad”. Va más allá de la libertad, física, moral o intelectual, de tal forma que la persona es “la única responsable de sus actos”. Lo entiendo de esta manera: haber dejado que el bebé se acercara a jugar al pino, habría sido un acto irresponsable de mi parte.

Schopenhauer agrega que, entre el libre albedrío y la acción, se coloca la conciencia, como la capacidad de la persona de conocer, en tiempo y lugar lo que está sucediendo.  Esa misma capacidad es la que lo hace que se decida a hacer algo, porque puede hacerlo; o a no hacerlo, aunque pueda.  En resumen: en el libre albedrío radica el autogobierno.

Viktor Frankl, fundador de la logoterapia,  nos lleva un poco más lejos, al reconocer que si bien, las circunstancias, pueden arrebatarle, a la persona, la libertad física y todo lo que posee, nadie lo puede privar de la “última de las libertades humanas: la elección de la actitud personal para decidir su propio camino”.

A excepción de casos extremos, una persona puede llegar a un nivel de plenitud en su libertad cuando es capaz de tomar este tipo de decisiones: “No lo hago, no solo porque no quiero y no puedo, sino precisamente porque puedo, pero no conviene, es que decido no hacerlo”.

Tal y como lo hizo mi nietos, cuando prefirió ir a jugar a los escalones. Aún no habla, ni camina y su información de la realidad es muy reducida para emitir juicios pero, por su derecho natural, actuó en uso de su libertad.

Parecer persona es tener un cuerpo como el del resto, pero sin esencia. Un Hombre light, como lo define el psiquiatra español Enrique Rojas, que se rige por: la permisividad, el relativismo, el consumismo, el materialismo y el hedonismo. Basa su felicidad en el bienestar.

Ser persona es hacer uso de todas sus facultades, inteligencia, voluntad y libertad, a plenitud y buscando niveles de excelencia, en las que el máximo esfuerzo es el ingrediente clave. Como lo es un poco de sal en la comida, para quitarle lo insípido y potencializar  su sabor. Basa su felicidad en ser más y en ser mejor.


Las personas nos debatimos entre lo que somos y lo que parecemos a lo largo de nuestra vida. En otras palabras, entre lo que estamos llamados a ser por la realidad de nuestra propia naturaleza y el afán de vivir eclipsados por la apariencia.  El esfuerzo, para lograr el éxito, del autogobierno está en el conocimiento de uno mismo. ¿me conozco?, ¿te conoces? 



(*) Martha Salim Naime. Es Administrador de Empresas con Maestría en Ciencias del Matrimonio y la Familia y diplomado en Tanatología por el Instituto Superior de Estudios para la Familia (Juan Pablo II). Experta en temas de familia y pareja. Cuenta con la certificación para ser facilitadora de la herramienta pre-matrimonial FOCCUS. Actualmente se desempeña como Gestor de redes sociales.