viernes, 4 de diciembre de 2015

Humanidad

Por: Alida María Madero

La primera definición de este vocablo está referida al conjunto al que pertenecen todos los hombres. Por extensión, se aplica también a un grupo de personas y al género humano en general.

Hace unos meses en las primeras horas de la mañana, el hospital de trauma de Médicos sin Fronteras en Kunduz, Afganistán bombardeado precisa y repetidamente. “Durante el ataque, nuestros colegas lucharon por sus vidas y por las vidas de sus pacientes con una extraordinaria determinación y valor” leo en su página de  Facebook.

Médicos Sin Fronteras (MSF) una organización médico-humanitaria internacional que asiste a poblaciones en situación precaria, y a víctimas de catástrofes y de conflictos armados, sin discriminación por raza, religión o ideología política; mi corazón se encoge al imaginar a esos jóvenes que desinteresadamente, por amor a la humanidad, llevan su vocación de servicio a donde más los necesitan.

El  blog “Humans of New York”, publica las historias de los refugiados sirios. Su autor, Brandon Stanton, viajo durante diez días por Grecia, Hungría, Croacia y Austria, para conocer las historias de vida de algunos de ellos y darnos a conocer historias de familias que dejan todo: vida, casa, trabajo, padres, madres. Jóvenes con educación; pequeños que en brazos de sus padres viven una experiencia traumática al arriesgar su vida en embarcaciones de caucho, sin saber lo que el día de mañana les depara, les presento solo algunas.

Muhammad cuenta que "Durante dos semanas mis lágrimas no paraban. Nada tenía sentido. ¿Por qué suceden estas cosas a mi familia? Hicimos todo bien. Todo. Somos muy honestos con todos. Tratamos a nuestros vecinos bien. Un día mis hermanas llamaron y me dijeron que ISIS se acercaba a nuestra aldea. Me volví completamente loco".

Una mujer que no da su nombre porque tiene miedo: "Mi marido y yo vendimos todo lo que teníamos para pagar el viaje. El agua comenzó a entrar en el barco; todo el mundo empezó a gritar. Fuimos los últimos en salir con vida. Mi marido me tiró por la ventana; en el océano, se quitó el chaleco salvavidas y se lo dio a una mujer. Nadamos durante el mayor tiempo posible. Después de varias horas me dijo que estaba demasiado cansado para nadar y que él iba a flotar sobre su espalda para descansar. Estaba tan oscuro que no podíamos ver, lo escuche llamarme pero, Las olas eran altas. Eventualmente un barco me encontró. Nunca encontraron a mi marido”.

“Espero que hayas aprendido,  junto conmigo, que cada refugiado tiene una historia trágica  a menudo llena de violencia y miedo”. Escribe Brandon, y añade: “muchos de ustedes han preguntado sobre la mejor manera de ayudar. Hay un montón de ONG’s maravillosas que trabajan para ayudar a los refugiados” y procede a detallar como podemos hacerlo.

En otro Blog leo, con un nudo en la garganta, las historias de las personas que reciben a los refugiados en Ámsterdam,  Grecia, Croacia.

“Estamos aquí cada noche para recibir a los refugiados que llegan en tren.  Les damos comida, ropa y un lugar para dormir. Este es su destino final por lo que puede ser muy emocional para ellos”. Dice el padre de una familia en Ámsterdam.

“¿Qué es lo más importante que tu padre te enseñó?” '' Que a  pesar de que aún somos jóvenes somos capaces de hacer la diferencia y ayudar a otras personas que lo necesitan. '' Joaquín y sus hijos Kyra y Toby son voluntarios que acogen a los refugiados que llegan a la estación central. Ellos les ofrecen alimentos o ropa y luego guiarlos a su próximo destino.

'' La mayoría de los refugiados aquí no poseen un abrigo de invierno. La idea de que la gente sufre por las condiciones del tiempo me mantuvo despierta por la noche. No podía dejar de pensar en este grupo de refugiados de  Eritrea que no tenían abrigos de invierno. Me preocupaba por todos los otros miles de personas y niños. Ninguno de ellos están preparados para el frío extremo de Holanda”, cuenta Judith a la que llaman “la loca de los abrigos”.

Este testimonio anónimo me conmueve profundamente: "Yo trabajaba como ingeniero civil en Nepal. Un día me di cuenta de que mis habilidades podrían tener un mejor uso. Ahora estoy trabajando en la construcción de los campamentos de refugiados. Las prioridades: la vivienda, la salud, los alimentos, el agua y el acceso inodoro. Lo que sigue es respetar la dignidad de los refugiados.”

En su testimonio Muhammad, comenta también: “Cuando llegó la noche, un hombre nos llevó en su carro a su casa y nos dejaron pasar allí por una semana. Él nos compró ropa nueva, nos alimentó cada noche. Él me dijo: 'No te avergüences. También he vivido una guerra. Ahora son mi familia y esta es su casa también”

Gracias a las redes sociales, a las personas que hacen posible esas publicaciones, es que  podemos acercarnos como humanidad para borrar fronteras -ésas que se empeñan en imponernos- y dejar lugar a la caridad y el amor.

La definición de humanidad también señala todos aquellos rasgos que son moralmente positivos, como la benevolencia, el altruismo, la condescendencia. Así,  se puede inferir que la humanidad tiene que ver con la integridad de uno mismo y con reconocerse honestamente como un ser perfectible.


Así que hago mi donativo tanto a Médicos sin Fronteras como a las ONGs para los refugiados. Mi donativo quizá no sea mucho pero para alguno de ellos puede ser la diferencia entre tener o no comida y donde dormir ese día.  Pero en  mi humanidad me quedo con unas ganas inmensas de dejar todo, atravesar el mundo e ir a ayudar.


(*) Alida Madero, es Ingeniero en Industrias alimenticias egresada de la Universidad de Monterrey (UDEM). Tiene diplomados en Logoterapia y Desarrollo Humano. Actualmente coordina el programa Foccus Prematrimonial en la Arquidiócesis de Monterrey, el cual  trabaja con las parejas que están comprometidas para contraer matrimonio. Contáctame en foccusmonterrey@gmail.com

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