viernes, 1 de septiembre de 2017

Harvey, ¿Qué pretendes?

Por Martha Salim Naime


De las nubes más negras, cae agua limpia y fecunda.
Proverbio chino


Las escenas que hemos visto del paso de Harvey por la zona de Houston son estrujantes. Si, apachurran el corazón y nos hacen sentir pena, dolor y compasión por lo que ha sucedido. Personas que caminan con el agua hasta la cintura, flotan en una balsa o esperan ayuda en los techos de sus casas. Pero el corazón se desapachurra un poco cuando las mismas imágenes muestran que esas personas estan siendo ayudadas por otras que no están en mejores condiciones.

El subsuelo pantanoso de Houston propicia que no haya un drenaje  adecuado. Desde su fundación, por la década de los años 30’s en el siglo XIX,  la historia de inundaciones forma una larga cadena. Sumándose a ésta lista, de huracanes están Andrew 1992, Allison en 2001, Katrina 2005,  Ike en 2008 y ahora Harvey, según datos del Centro Nacional de Huracanes (NHC) basado en Miami, Florida.

Houston es una de las ciudades más grandes de los Estados Unidos y es reconocida como la capital de la industria petrolera. Es sede de la NASA, empresa de investigación aeronáutica  y espacial que llevó un hombre a la luna, o al menos eso hemos creído.  Cuenta con un centro médico que contiene la mayor concentración de instituciones sanitarias y de investigación a nivel mundial. ¿Qué todo eso no merece un poco de respeto? 

Harvey, se originó en la costa occidental de África y desde el  13 de agosto, el mencionado  NHC, comenzó a supervisarlo. A los pocos días y luego de que un avión de cazahuracanes sobrevolara la perturbación tropical, se actualizó su estatus y entonces, adquirió un nombre propio.

En sentido metafórico, Harvey es un inmigrante, que entró de manera legal a un país con un cuidadoso y ordenado sistema de control fronterizo y destruyó una ciudad icónica, mató gente, alteró el eco-sistema de incontables especies, dejó a una incontable cantidad de personas en el desamparo y causó daños materiales cuantiosos, ¡cuantiosísimos!

¿De qué se trata todo esto? La pregunta es para mí. Los acontecimientos son lecciones invaluables en la universidad de la vida y no quiero dejar de hacer la tarea.

Se me ocurren algunas ideas. Podría ser alguna de ellas o ninguna; o quizá todas a la vez: una cábala dogmática o simbiótica, un maleficio producto de la hechicería, el dedo de dios, la furia de dios,  un castigo de la naturaleza, un conjuro, producto de los celos o la envidia de alguien. A final de cuentas, ninguna de estas ideas me hacen sentido ni responde mis preguntas y sigo reflexionando.

De la sabiduría popular proviene un refrán que dice algo así: “Dios perdona siempre, el hombre, a veces y la naturaleza, nunca”.  De poder entablar un diálogo con la naturaleza le preguntaría: ¿Por qué tan enojada, chica? ¿Quién te ha hecho enojar de tal manera para que reacciones así? Ella diría: “es que así soy yo”.

La naturaleza tiene unas leyes a las que sigue tal y como es ella: original, espontánea, y creativa. A esa misma naturaleza, creada, pertenece el ser humano, el ser persona. Quien cuenta con hondas raíces que lo mantienen con los pies firmes en la tierra y alas que se extienden para proteger, cubrir, abrazar.

La ayuda, las  provisiones, los traslados y  reparaciones que se aprecian en el área de Houston,  es gracias a que otras personas responden al llamado de su propia naturaleza: a ser más y mejor para los demás.

Hago un close-up a algunas fotografías y no alcanzo a distinguir el color de la piel o los rasgos étnicos; lucen, sino iguales, al menos semejantes: empapados, despeinados y asustados.

Los súper héroes flotan en el agua, sacados por la vertiginosa corriente, del cuarto de algún niño.  Mientras que personas, documentadas e indocumentadas,  —todas sin documentos—, se dan a la tarea de ayudar en lo que se les presente, como pueden y con lo que tienen a la mano. Personas que ponen en riesgo su vida por salvar otra, otras, muchas.

La elocuencia de las escenas estruja, desgarra, conmueve. Los rostros de dolor, de incertidumbre, de desconsuelo, dicen mucho sin pronunciar palabra. Sin embargo, esto no frena a las aves de rapiña, a los seres desalmados que, pretenden ignorar que viven la misma realidad que todos, y aprovechan para hacer fechorías.  Son el otro rostro de la naturaleza humana.  

Harvey, con su avasallante entrada al país, de las minorías, nos ha mostrado una sola mayoría: la persona. Sin distinguir raza, credo o género, entró a sus casas y les empapó todo. Sin tomar en cuenta edad, grado académico o nivel económico, despojó a unos y a otros. Sembró temor, ha hecho que los tres reinos de la creación interactúen de manera inusual y poco convencional.

El inmortal huracán ha hecho resaltar la fragilidad material de las grandes construcciones lo mismo que la grandeza de las virtudes humanas. Ha destacado al ser humano como el único ser creado con capacidad de reinventarse, de comenzar una nueva historia, de saber que la esperanza renacerá después de la tormenta.

El paso de Harvey por el país vecino por sus fuertes contrastes no puede, ni debe, pasar desapercibido. ¿No crees?



(*) Martha Salim Naime. Es Administrador de Empresas con Maestría en Ciencias del Matrimonio y la Familia y diplomado en Tanatología por el Instituto Superior de Estudios para la Familia (Juan Pablo II). Es consultor familiar y cuenta con la certificación para ser facilitadora de la herramienta pre-matrimonial FOCCUS. 

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