viernes, 10 de mayo de 2013

De generación en generación

Por: Martha Salim Naime
Monterrey, N.L. En nuestro país es común celebrar el día de las madres. Es una tradición que tuvo su origen a principios del siglo pasado, pero tiene sus raíces en la civilización Azteca, que ya honraba la maternidad.
Celebrar a las madres es celebrar la vida. Una vida que engendra a otra.
El tiempo, la moda, la ciencia y la tecnología, imponen cambios,  sin embargo hay algo que todos tenemos en común: un seno materno nos albergó, protegió y alimentó,  desde la procreación hasta que vimos la luz por primera vez.
Es el común denominador de toda la humanidad, independientemente del tipo de familia en la que cada quien ha crecido y se ha desarrollado. La madre es la proveedora de generaciones, gracias a ellas el género humano no se ha extinguido.
La primera voz que escuchamos y reconocimos, aún sin darnos cuenta, fue la de mamá.  Por medio de ella recibimos nuestra herencia biológica; estatura, color de ojos y de tez, tipo y color de cabello, tipo de sangre y el ADN; elementos que nos hacen ser personas individuales y exclusivas y nos diferencian de las demás.
Las primeras señales de afecto se reciben de mamá, es el contacto vital con el mundo; por ella conocemos, nos alimentamos, interactuamos y aprendemos a expresar nuestros afectos.
Ser madre es un privilegio y un gran compromiso. La Vida, ha concedido a algunas mujeres la maternidad biológica, es decir, la oportunidad de concebir y dar a luz a una creatura, pero a ninguna le ha negado la maternidad espiritual. Cualquier mujer posee la capacidad de depositar cariño, ternura y cuidado a otros niños.
Es el caso de las tías y las abuelas, ellas encuentran en los hijos de otros la oportunidad de demostrar su capacidad de entrega y  amor. Ellas son su propio límite. Quienes hemos tenido la suerte de tener a alguien así en la familia, hemos conocido otra forma de expresar afectos y de ser mamá.
La madre es el eje de una familia, la principal transmisora de fe y de valores. Mamá es consejera, auxiliar, enfermera, asistente, maestra. Del trato con ella, los hijos varones aprenden a tratar y a relacionarse con las mujeres en su vida adulta y las niñas a ser hijas, amigas, mamás y esposas, en una sola palabra: ¡a ser mujer!
El amor de mamá se distingue de todo tipo de afecto. Es incondicional y gratuito. No pone condiciones ni tiene expectativas. Ama a sus hijos ‘porque si’ y ‘porque son’ y ‘a pesar de lo que son’. El amor de mamá deja en el hijo una sensación interna de “ser valioso”, no solo para ella sino para los demás.
Jill Churchill afirma que “No existe la madre perfecta, pero hay un millón de  maneras de ser una buena madre”.
Aprovechemos esta celebración del día de las madres, para recordar que la fecha no es lo importante, sino el reconocimiento al valor del legado que han dejado en nuestras vidas.

Publicado el 10 de mayo de 2013

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